El Panchos no tiene ninguna Estrella Michelin. Tampoco busca el reconocimiento de la alta cocina, de prestigiosos críticos gastronómicos o de las grandes guías de restaurantes. Sin embargo, por sus barras ha pasado todo Castellón desde que Ramón y Chimo, socios fundadores, levantaron la persiana en una lejana Navidad de 1979. Es raro el castellonense que no ha degustado sus sabrosas patatas fritas, su característico bocadillo de paté, sus inconfundibles hamburguesas y, cómo no, su elefante. Si se encuentra entre la minoría que no ha sucumbido a este bocadillo a continuación le relataremos su historia y la del emblemático local situado en la plaza Cardona Vives para que se haga una idea de lo que se ha perdido hasta ahora.

Comenzaremos hablando del porqué de su peculiar nombre. Lo relata el actual propietario, José Miguel Mas, que entró como camarero en 1982 y 40 años después sigue al pie del cañón contando con la inestimable colaboración de sus empleados y de su encargada y pareja Laura. “El mismo año en el que se abrió el frankfurt venían pandillas de jóvenes y uno de ellos, el más hambriento, dijo “tengo tanta hambre que me comería un elefante”, así que le respondieron, aquí tienes el elefante”, y le sirvieron este bocadillo”, recuerda sobre el bautizo

Vídeo: Así se prepara el elefante del Panchos, el bocadillo más famoso de Castellón

Vídeo: Así se prepara el elefante del Panchos, el bocadillo más famoso de Castellón MANOLO NEBOT

¿Qué lleva el elefante?

Pese a la sencillez que aparenta el demandado bocata, que no deja de estar compuesto por pan, jamón y, si el cliente gusta, queso y huevo, lo cierto es que tiene un sinfín de peculiaridades que le hacen único. En primer lugar nos detendremos en su salsa. “Lleva tomate y un poco de ajo, pero el justo para que no repita y esté equilibrada”, confirma José Miguel. “La preparamos con cariño, amor y un poco de magia”, apostilla Laura con una imborrable sonrisa. Más importancia si cabe que los ingredientes merece el pan: “Es diferente al de panadería. Lo pedimos expresamente desde hace más de 40 años en el Forn El Fadrí y la diferencia está en el amasado y la fermentación. No es una barra normal, cuando lo tostamos recuerda a una rosquilleta”.

El carajillo no podía faltar en un bar de esta historia, en el que tampoco faltan sandwiches o ensaladas. MANOLO NEBOT

Como la sal y la pimienta o las fresas y la nata, el mejor acompañamiento imaginable para el elefante son sin duda las patatas fritas del Panchos, tan famosas si cabe como el popular bocadillo. “Son de Torreblanca, Teruel o cuando no encontramos de aquí, de Holanda. Las pelamos, las cortamos con la mandolina para que queden iguales y las pochamos en aceite antes de que las pida el cliente, cuando ya solo tenemos que darle el último golpe en la freidora. Así conseguimos que estén cremosas por dentro y crujientes por fuera”, descubre José Miguel.

Una tonelada de patatas en una semana

El éxito de las patatas fritas del Panchos hace que cada viernes y sábado se gasten hasta cinco sacos de 25 kilos, pero el número es exponencial en la semana de Magdalena: “Esa semana podemos hacer bastante más de cinco sacos por día, es decir, hasta mil kilos de patatas fritas. Es una locura, de elefantes saldrán 300 o más cada día, viene gente que pide 10 ó 12 para los amigos. Se llegan a llevar hasta cajas enteras de ellos”. Estos días tan señalados en Castelló la plantilla pasa de los cuatro habituales hasta los siete empleados. El flujo de trabajo durante las fiestas fundacionales es tal que José Miguel en sus años mozos “abría a las 9.00 de la mañana y cerraba a las 6.00 de la madrugada, había días que ni dormía”.

Los clientes de Panchos se llevan el célebre bocadillo en cajas para sus collas durante la Magdalena.

Si el elefante es el rey en la carta del Panchos, en el ‘top 3’ figuran su bocadillo de paté y la hamburguesa. “El paté de campaña lo compramos en el pueblo de Teresa desde que abrimos y es típico de Castellón. Le damos una vuelta a la plancha y le acompañamos de queso, bacon y huevo. Este tipo de patés existen en más sitios, pero como este no hemos encontrado, no se deshace en la plancha y tiene una textura y sabor muy característico”, afirma Laura, que desvela de la siguiente forma los entresijos de la hamburguesa: “La carne es mixta, de ternera y cerdo, así queda más jugosa que si es solo de ternera aunque se haga más en la plancha. Lleva tomate, lechuga y cebolla como base y los hay que piden también queso, huevo o bacon”.

Un local con mucha historia

Dejando a un lado la comida nos detenemos en el Panchos. “Cuando yo llegué aquí, en 1982, solo había cuatro frankfurts en Castelló: el de Campoamor, uno al lado de Las Vegas, otro en la Plaza la Paz y este. Solo quedamos nosotros”, admite José Miguel Mas, que comenzó en la hostelería como camarero de la célebre discoteca L’Hostal: “Cuando acababa el turno de la tarde y antes de empezar el de la noche venía aquí a cenar. Entablé amistad con Ramón y Chimo, que me contrataron en verano del 82”.

Laura, preparando el bocadillo más popular de la ciudad de Castelló (arriba). Abajo, la carta del céntrico frankfurt. MANOLO NEBOT

Chimo, que tristemente fallecería el pasado año a causa del covid, abriría en el 2003 otro Panchos en el Carrer Santa Maria Rosa Molas que sigue abierto, aunque es independiente al situado en Cardona Vives. “Cuando Chimo abrió aquel frankfurt yo me quedé aquí con su mujer como jefa. Ramón ya se había ido anteriormente y yo me quedé este en el 2015, hasta ahora”.

Cuando se le pregunta por el futuro del Panchos, a sus 63 años José Miguel reconoce que su idea actual es jubilarse a los 65. “No sé lo que pasará porque igual sigue Laura, que tiene muchas ganas y vale para esto, pero yo la verdad que estoy muy cansado después de tantos años, tantos jaleos y tantos impuestos. Ya veremos”, añade. Tiempo por venir futuro, pero hasta que llegue ese futuro lo cierto es que el local abre de lunes a sábado de 9.00 a 16.00 horas y de 20.00 a 23.00 horas, elaborando también platos combinados al mediodía “para dar servicio a los que trabajan en las oficinas del barrio”. Seguro que los clientes seguirán acudiendo a su cita como lo han hecho hasta ahora: “Lo que más me alegra es cuando vienen con los hijos y me dicen que ya venían con sus padres. Hemos dado servicio a tres generaciones”. Y las que quedan.

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