Juan Ortega, en cartel en Castelló: «El toreo me ha hecho sentir cosas que ni tan siquiera había soñado»

El diestro sevillano, que ha sido reconocido en Castellón, regresa el 28 de marzo a la Feria de la Magdalena en uno de los carteles estrella

Juan Ortega.

Juan Ortega. / Mediterráneo

Jorge Casals

Lo ocurrido en la plaza de toros de Castelló el 9 de marzo de 2024 ya ha quedado para la historia de esta plaza como la tarde en la que Juan Ortega detuvo el tiempo y bordó el toreo.

El público se levantó de sus asientos enloquecido ante tanta belleza, el propio torero asegura que vio a la gente emocionarse. Lo que hizo sentir Juan Ortega con la despaciosidad de su toreo, con aquel inicio de faena divino de ricos matices y sabor antiguo, fue un calambrazo en los sentimientos más profundos. Por ello ha sido premiado en Castellón, donde ha recogido este fin de semana el galardón a la mejor faena de manos del Real Casino Antiguo y el Círculo Taurino de Borriol

«Es curioso porque, la primera vez que vine a Castellón, en la feria de 2022, no estuve a gusto y el año pasado, cuando pisé la plaza de nuevo, tenía la sensación de que no había estado nunca en ella, no recordaba nada. Pero Castellón es de las plazas que se me quedaron grabadas. Había una predisposición especial en la gente y rompieron enseguida. Me sentí a gusto, me sentí pleno», recuerda. 

La cita con Juan es en el Museu del Bou de Burriana, buscando la paz de un espacio en el que late la tauromaquia y donde el torero, un enamorado del clasicismo y de la historia taurina, paladea con enorme interés. En un momento en el que devoramos las agujas del reloj, que haya alguien que quiera pararlas, es cuanto menos admirable. En Juan se encarna esa máxima de Belmonte de que se torea como se es, de ahí que su toreo sentido, pausado, expresivo… sea igual que su propia vida. 

Juan Ortega, junto al toro del artista castellonense  Ripollés que ilustra el cartel de la feria de la Magdalena, en el Museu del Bou de Burriana.

Juan Ortega, junto al toro del artista castellonense Ripollés que ilustra el cartel de la feria de la Magdalena, en el Museu del Bou de Burriana. / Satine

Él mismo lo ratifica: «Busco la despaciosidad, el orden y la armonía no solo en el toreo, sino en mi vida, en mi día a día. Entonces, en la plaza, la hago sin darme cuenta, sin buscarlo. No me gusta ir acelerado. Las cosas que se hacen despacio se sienten más. Yo le doy mucha importancia en el toreo a la armonía, que la asocio con la despaciosidad, con la reunión, con la profundidad. Y en mi vida, me gusta la armonía, el orden». 

Juan, a ritmo de reloj de arena en su toreo y en su vida, culpa a la urgencia y el ritmo trepidante de la sociedad de haber asesinado la riqueza y valores de lo clásico. Su toreo viaja a través del tiempo para desempolvar a los que hicieron grande la tauromaquia. Un clásico en la modernidad, un mesías de otra época que ha venido a rescatar esta fiesta ahogada por tanta vulgaridad. «Tengo la sensación de que todo se ha pasado muy rápido y se nos han quedado muchas cosas por el camino, muchos detalles que nos hemos olvidado». 

Podría parecer que su toreo solo lo pueden paladear los más entendidos, pero no, es universal. «Cuando las cosas tienen algo especial, hay no sé qué, que te toca el alma, te emociona. Me pasó al visitar por primera vez el Museo del Prado, yo no entiendo de pintura ni sé apreciar los detalles, pero sabía cuándo un cuadro tenía algo especial. En el toreo igual. He visto a gente llorar en una plaza y nunca imaginé que mi toreo podía llegar al corazón de tanta gente». 

El 28 de marzo está anunciado en Magdalena junto a Manzanares y Pablo Aguado, uno de los cartelazos de la feria. Una tarde que Juan afronta con mucha ilusión: «Me encuentro con muchas ganas de torear y de sacar en la plaza ese toreo que llevo dentro». 

El momento dulce que atraviesa este diestro no hay que perdérselo. Se palpa hasta en el brillo de su mirada: «Mi gran cambio ha sido hacer del toreo mi vida y eso me ha hecho sentir cosas que yo ni siquiera había tenido la capacidad de soñar. Todo eso que he sentido en una plaza delante del toro, compensa tanta dureza, porque el toreo es mucho más difícil y sacrificado de lo que imaginaba, hay que entregarle tu vida». 

Y Juan se la ha entregado, sin duda. Si es que al verle andar piensas… ¡ahí va un torero! 

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