El Periódico Mediterráneo

El Periódico Mediterráneo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

'Euphoria' (temporada 2): cómo hacer algo bello con el dolor

El creador Sam Levinson aprovecha el final de temporada para reflexionar sobre el valor del arte para organizar y dar sentido a nuestras vidas

Zendaya (Rue) en el capítulo final de la segunda temporada de 'Euphoria'.

Euphoria (T2) ★★★★

Creador y director: Sam Levinson

Reparto: Zendaya, Hunter Schafer, Sydney Sweeney, Jacob Elordi

País: Estados Unidos

Duración: 57 min. (8 episodios)

Año: 2022

Género: Drama

Estreno último episodio: 28 de febrero de 2022 (HBO Max)

La final de 'Euphoria', temporada dos, tiene por título 'Toda la vida, mi corazón ha anhelado algo que no sé nombrar', pero bien podría llamarse 'Una serie de no siempre catastróficas, pero siempre dolorosas rupturas'. (Y, como vamos a hablar de ellas, se recomienda haber visto el capítulo antes de seguir leyendo estas líneas). 

De entrada, el romance inesperado (por no decir muy peligroso) entre el camello Fezco (Angus Cloud) y la más que ordenada Lexi (Maude Apatow) se tuerce a causa de una traición y una justicia que, como demasiado a menudo, puede resultar excesiva. Adiós a los sueños de 'La casa de la pradera', o a un episodio futuro de 'Euphoria' con esa clase de aire beatífico pastoral. Cassie (Sydney Sweeney), quien más injustamente ha salido perdiendo en estos últimos episodios, anuncia el fin de su relación con Nate (Jacob Elordi) ante la exnovia de aquel, Maddy (Alexa Demie), quien avisa a Cassie de que con Nate las cosas no se acaban tan fácilmente: "Esto es solo el principio". 

Nate se lo recuerda a su padre, Cal (Eric Dane), antes de, en cierto modo, cortar con él: "¿Sabes lo que creo que tenemos en común? Que ambos nos excitamos haciendo daño a otras personas". Ambos hicieron daño a Jules (Hunter Schafer), cuya relación con Rue (Zendaya) parece ya no tener arreglo: del beso del primer capítulo de temporada hemos pasado a un beso en la frente; afecto y respeto, no pasión ni elevación. Pero en vista de todo lo vivido y los errores cometidos, esta señal de paz sabe a discreta pero emotiva catarsis.

Sam Levinson, autor absoluto de 'Euphoria', es decir, jefe de los sentimientos de muchos (al parecer la audiencia de la serie se ha doblado en la segunda temporada) durante las últimas ocho semanas, suele debatirse entre la emoción sincera y la provocación, pero en esta última hora se ha decantado sobre todo por lo primero, buscando, si no resolver todos los conflictos, dar a sus personajes (y darnos y darse) alguna herramienta para tratar de paliar su confusión. Igual que Rue procesó un momento traumático observándolo desde fuera, como quien mira una película, Sam parece estar asimilando su propia historia de adicción y de lucha con la sobriedad a través de una película, o una serie que lo parece, llamada 'Euphoria'. Está haciendo algo con todo aquel desastre; sacando algo bello del dolor. 

Todo hits emocionales, todo el tiempo

A nivel de forma y género, no estamos ante un episodio directo, 'unplugged', como los que sirvieron de bisagra entre la primera y segunda temporadas. Es la segunda parte del díptico sobre la obra teatral ('Nuestra vida') con la que Lexi parece dar sentido a su juventud y la de sus chicas, y con la que Levinson se divierte buscando la confusión entre realidad y artificio teatral. Pero incluso en este sentido, el juego ha sido algo más cauto: aquí no se busca tanto la parodia casi cruel de algunos personajes como la resonancia emocional. 

Aunque el final no haya sido de musical moderno, como en la primera temporada, el juego con los géneros ha vuelto a estar presente. 'Euphoria' nunca fue realmente solo un drama realista sobre la Generación Z, pero se ha despedido (de momento) convertida en exaltada y exultante coctelera de tropos: además de drama, es melodrama, o 'thriller' dramático, o puede dejar unos minutos musicales para el Elliott de Dominic Fike, quien tiene más números que Jules para ocupar el corazón de Rue. Todo ello, en apariencia, por eludir el peor pecado: el aburrimiento. Todo por crear el mejor, más absorbente recopilatorio de momentos intensos. Algunos no podemos esperar al próximo volumen. 

Compartir el artículo

stats