Por mucho que el Gobierno de Aznar desee que la atención de los españoles se desvíe hacia la seguridad ciudadana, Galicia continúa en el centro de los problemas del país. No sólo porque dos meses después del accidente el fuel continúa manando desde el Prestige; no sólo porque la contaminación mancha playas y rocas ya limpiadas varias veces; no sólo porque cada día está más claro que la decisión de alejar el barco fue improvisada e inadecuada, y no sólo porque las administraciones --tanto la estatal como la autonómica-- tardaron demasiado en organizar la respuesta al problema.

Ahora, además, en plena guerra de cuchillos en el PP por el precio político que deberá pagar en las elecciones, aflora la guinda que faltaba. La sospecha de que el delfín de Fraga ha hecho negocio con el material de limpieza contra el fuel fuerza su dimisión. El PP intentaba tapar con todo el dinero público que hiciese falta --sueldos, subvenciones, etcétera-- el descontento. La sombra de que ese dinero público puede haber lucrado a un político de esa misma formación, rompe el esquema. Todo el mundo vuelve a mirar hacia Galicia. No hacer una comisión de investigación con plenos poderes, además de ser una burla, es más error político que nunca.