Hace ahora 50 años se produjo una reforma muy importante en la educación española. Pero ese cambio de 1953 me provoca ahora muchas dudas: ¿era realmente necesario que el Bachillerato se dividiera entre ciencias y letras? Son las dudas de un hombre de 75 años que, cuando era chico, estudió un Bachillerato en el que había de todo --Física, Latín, Matemáticas, Geografía, Química, Literatura, Historia--, en el que se aprendía algo de Botánica y Zoología, y a la vez de Filosofía e Historia Sagrada. Naturalmente, el aprendizaje de todas estas materias era desigual, según la curiosidad y las aptitudes de los escolares. Con admirables excepciones, la mayoría terminamos el Bachillerato con unos conocimientos tan diversos como imperfectos.

Quien después hacía Derecho en la universidad, empezaba sus estudios sin preparación previa; el bagaje de quien empezaba una carrera de Medicina era sólo el nombre de algunos huesos. Pero esto no era obstáculo para que se formaran buenos abogados, médicos, químicos, ingenieros, arquitectos, historiadores. Después se impuso la idea de que el Bachillerato tenía que ser un camino hacia una especialización profesional universitaria, y mi interrogante es si la separación entre letras y ciencias en la etapa de la adolescencia perjudicó a lo que se llamaba cultura general. Ya sé que los más inquietos pueden adquirir conocimientos por su cuenta. Pero en años de juventud, la especialización prematura puede cerrar muchas puertas.

Los autores de Planeta ESO arrancan el libro con una espléndida y sarcástica frase de Dumas hijo: "No entiendo por qué siendo los niños tan inteligentes, los adultos son tan bobos. Debe ser fruto de la educación..." Sí, ya sé que todas las reformas se hacen con buena intención, que el tema es delicado y que no soy ningún experto. Por eso sólo me planteo una duda: ¿es bueno que, en unos años en que tienen tantas posibilidades de formación, muchos adolescentes se tengan que apartar de las letras o las ciencias?