Después del pacto contra la guerra en Irak, que han firmado Francia y Alemania, al presidente George Bush le habrán entrado ganas de invadir Europa. Algo se habrá olido el señor Aznar, que el mismo día de la firma del pacto reiteraba la posibilidad de que tropas españolas participen en el ataque. "No invadas España, George, que estaremos siempre a tu lado", le habrá recordado a su amigo.

Lamenta el presidente del Gobierno español la falta de unidad que existe en Europa sobre Irak. Y si lamenta que haya una Europa que apuesta por la paz y otra por la guerra, quiere decir que le duele que todos los países no hagan como el suyo, en el que el Gobierno ya ha repetido mil veces que los norteamericanos pueden contar con lo que haga falta. Por ejemplo, con las bases de Rota y Morón, que han sido ofrecidas antes de que el señor Bush las pidiera, incluyendo cómodos dormitorios para militares en tránsito.

Se lamenta el señor Aznar de falta de unidad europea, pero se deben de lamentar de lo mismo los señores Chirac1y Schröder, dolidos de que sus socios de Madrid y Londres se muestren tan serviciales en un asunto tan delicado como es la declaración de una guerra. Estaría ahora encantado el señor Aznar de que su espíritu legionario invadiera Europa y que unánimemente se pusiera al servicio de la beligerancia de Washington. Pero no sólo la mayoría de la opinión pública europea no quiere ir a la guerra, sino que espera que no la haya, y lo mismo ocurre en su propio país, donde muchos ciudadanos, en este asunto, se sienten más francoalemanes que españoles de pensamiento clónico con el del presidente del Gobierno. Ni en la España que lleva tan en el corazón hay unidad para el ataque a Sadam. ¡Qué chasco!