A pesar de que era el objetivo oficial, la caída del régimen de Bagdad no significa el fin del conflicto. Acabó la guerra de conquista en Irak, pero ahora comienza la de ocupación. La alternativa para el pueblo iraquí es muy poco entusiasta. No es fácil elegir entre la dictadura de Sadam Husein y la humillación colonial norteamericana.

La imagen de la acogida de los marines como libertadores por la población no es más que propaganda y demagogia. Es evidente que los iraquís piensan sólo en sobrevivir y que aún no han echado las cuentas del terrible costo humano de la intervención. ¿Cuántas familias han sido afectadas? ¿Cuántos muertos ha habido? ¿Cuántos niños han sido mutilados y para qué? Estas cifras, sin duda, las peores de cualquier conflicto bélico, son objeto de todo tipo de manipulaciones.