Hoy es el Día Internacional del Libro. Resulta evidente que una celebración cuyo contenido versa sobre la literatura tendría que extenderse todo el año sin desmayo ni excepción. Cada día debería levantarse acta de una ofensiva de las instituciones y gobiernos para fomentar los hábitos lectores entre toda la ciudadanía. Esa sería la mayor apuesta por la cultura y por la libertad de las personas. El libro constituye un elemento esencial de nuestra civilización. El libro es el peor adversario de las tiranías y los totalitarismos. Tras las grandes revoluciones que han ido empujando la historia hacia adelante siempre ha habido libros como fuentes de inspiración, como motores de emancipación.

Pero la fuerza de la literatura se ancla en la vida cotidiana, en la conexión de miles y de millones de seres con la magia y la pasión por la lectura. Leer culturiza, ennoblece y fortalece el criterio y la personalidad de la gente. Tal vez por eso la mayoría de los gobiernos minimizan su importancia. Vivimos en una democracia y supuestamente ello debería notarse. Lo primero en una democracia debería ser la gente, la ciudadanía. Pero, ojo, la democracia debe cultivar y buscar una suerte de individuos, una propuesta de ciudadanos. La democracia no es neutral. Se identifica y se desarrolla con individuos y ciudadanos cultos, es decir, libres. Ese es su sentido, su culminación. Sería terrible que sólo se tratase de una técnica de votación y que desenfocásemos el auténtico centro de gravedad del asunto. Nunca será la misma una sociedad tombolizada que otra de ciudadanos maduros y autónomos.

Causa entre vergüenza e indignación que nuestro gobierno valenciano, con competencias exclusivas en la materia, haya abdicado, por ejemplo, en su deber de promover la lectura y la mejora de la red de bibliotecas públicas. Por el contrario, se dedica a derrochar millonadas en campañas de autobombo y propaganda para simular la supuesta brillantez de su gestión. Así se evapora el dinero de todos. Con impunidad. Con alevosía. Con lo que dilapidan en estos conceptos podríamos tener la Comunidad mejor dotada de España en bibliotecas e infraestructuras culturales y artísticas. Creo que nos gobiernan desde la cartera y no desde la cultura y los sentimientos. Ese es el drama que pagaremos socialmente en forma de decadencia y degeneración de valores. Tal vez ya lo estemos pagando mientras nuestros gobernantes viven extasiados en su burbuja de gloria y autoadulación pagada con el talonario de todos. Todo va bien pero nuestro índice lector es de los más bajos de Europa. Todo va bien pero la red de bibliotecas públicas languidece de pena por falta de recursos, mantenimiento y modernización.

Sin duda este gobierno habrá hecho algunas cosas buenas, pero mantiene una gran asignatura pendiente con la cultura. Ha dejado un cráter en este ámbito y, con él, ha castigado lo más preciado de la democracia, su espíritu, su esencia.