Todos hemos visto, alguna vez, hileras de hormigas que avanzan pegadas una tras otra, sin ningún problema. O nubes móviles de estorninos que vuelan sin topar unos con otros. Y películas en las que se ven grupos muy densos de pingüinos que caminan sobre el hielo con pasos muy cortos para no resbalar. (Parece ser que sólo caen si se les acerca un avión o un helicóptero. Lo siguen fijamente con la mirada y acaban cayéndose de espaldas).

También vemos a seres humanos que andan apretadamente por las aceras de las calles urbanas. Pero no con el orden y la regularidad de los pingüinos y de las hormigas. En Londres consideran la posibilidad de marcar dos vías en las aceras de Oxford Street, una de las calles con más gente de Europa. Allí, como en todas las calles populares, hay peatones que pasean y otros que tienen prisa. Los que van despacio provocan atascos.

En muchas ciudades españolas también vivimos este conflicto. Usted, como yo, debe de ser uno de esos ciudadanos que cuando camina tranquilamente o mirando escaparates no para de recibir empujones; y que cuando tiene que andar a buen paso le cuesta abrirse camino entre los lentos y los que se paran. En Londres estudian el proyecto de marcar en las aceras de Oxford Street una vía lenta y una vía exprés, en la que la velocidad mínima será de 4,8 kilómetros por hora. Los infractores pagarán una multa de 10 libras.

La iniciativa londinense se puede mejorar con algunas propuestas sobre carriles especiales. El de las madres que empujan un cochecito con su hijo. El reservado a los peatones que bracean mucho. Para personas con bastón, para los que lleven un paraguas abierto, para los que van al mercado o al súper con carrito, para los que han sacado al perro a la calle, para borrachos (quizá un carril curvilíneo) y, naturalmente, carriles para fumadores y para no fumadores. Como cada vez nos cuesta más tolerar cualquier inconveniente, ¡viva el multicarrilismo!