La admisión por Corea del Norte de que tiene armas nucleares, aunque debe acogerse con prudencia, constituye una peligrosa escalada en el desafío lanzado en el pasado mes de octubre con el propósito de arrancar a Washington un pacto de seguridad que garantice la supervivencia del anacrónico régimen comunista coreano. Estados Unidos y los países asiáticos vecinos consideran que una Corea del Norte estalinista y con armas nucleares, químicas y biológicas es inaceptable, pero discrepan en cuanto al procedimiento para reducir la tensión y eliminar o mitigar el problema. La proliferación nuclear se ha convertido en una pesadilla mundial, a la que contribuyen algunos países que son aliados de EEUU, como Israel y Pakistán, y para la que no existen paliativos asequibles.

Un régimen hermético, paranoico e imprevisible como el norcoreano, que mantiene a su pueblo en la mayor indigencia, pero que está armado hasta los dientes y puede atacar en pocos minutos una ciudad tan populosa como Seúl, causa hondas divergencias en Washington entre los partidarios de seguir por la vía diplomática y los halcones del Pentágono que propugnan un ataque preventivo e incluso una guerra para un cambio de régimen.