El Gobierno de coalición entre los democristianos del Partido Popular Austriaco (ÖVP) y los ultranacionalistas del Partido Liberal (FPÖ) ha conseguido lo que nadie en 50 años: la mayor huelga general de Austria. La culpa la tiene el canciller, Wolfgang Schüssel (Viena, 7-6-1945), empeñado en reformar las pensiones: pretende eliminar progresivamente la jubilación voluntaria de los hombres a los 61 años y medio, y de las mujeres, a los 56. La ley fue aprobada en su día por los socialdemócratas para favorecer el empleo juvenil.

El revés de Schüssel llega cinco meses después de haber ganado las elecciones con más del 40% de los votos. Éxito impensable en febrero del 2000, cuando decidió formar Gobierno con el partido del filonazi Haider en contra de la UE, EEUU e Israel. Y es que Schüssel, que había sido ministro de Economía en 1989 y de Exteriores en 1994 en coalición con los socialdemócratas, ardía en deseos de dejar de ser un segundón y ponerse al frente del Ejecutivo. Así lo hizo, pese a que en las elecciones de diciembre de 1999 fue sólo la tercera fuerza más votada. Su alianza con Haider le supuso el boicot de los restantes 14 países de la UE (fueron suspendidos los contactos bilaterales) hasta septiembre del 2000. Schüssel se esforzó al máximo para demostrar que su europeísmo no se resquebrajaría pese a frecuentar amistades tan peligrosas.