Nos disponemos a jugar. Los unos. Los otros. Y nosotros, que nos lo miramos. En los últimos meses se ha puesto de moda cambiar las reglas. Los unos dicen: no vamos a ceder. Los otros dicen: no vamos a ceder. Los unos: no vamos a dejar que pongan en las listas los mismos nombres de antes. Los otros: no vamos a buscar nombres nuevos. Los unos: a esos vascos no les dejaremos votar si no votan correctamente. Los otros: pues vamos a votar aunque sea con nuestras papeletas. Los unos: si lo hacen les detendremos porque tenemos su DNI. Los otros: pues imprimiremos un DNI vasco. Nosotros, mientras tanto, perplejos.

Los unos apelan a una legalidad que se acaban de sacar de la chistera. Los otros apelan a la confrontación. Era previsible. Los unos se han decidido a mover ficha mientras que los otros ya tienen la ficha movida desde hace décadas. Los unos creen que cuando las cosas están fuera de la legalidad esas cosas dejan de existir. En su ingenuidad, continúan hablando de legalidad en un país donde lo ilegal da prestigio. Los unos creen que es la legalidad la que trae la democracia. Pero en realidad es al revés: sólo la democracia acaba consolidando la legalidad.

Mientras los unos se disponen a movilizar a una justicia cada vez menos independiente, los otros han sacado las urnas de la señorita Pepis. No les dejarán votar. Pero votarán igualmente a sus alcaldes. Les dirán que no son legales, pero ellos aducirán que, cuando menos, son legítimos. Serán votos a caballo entre la convicción y la coacción. Pero tampoco el llamado Estado de derecho estará libre de la coacción. Los unos, el Gobierno y sus aliados, no quieren ver que la idea de pertenencia a España está quebrada. Los otros dirán: si ninguna institución del Estado nos apoya, pues adiós al Estado. Se les quería depurar y están más lejos. Se les quería integrar y se les asfixia. ¿Qué creen que va a suceder? El buen jugador es el que siempre calcula las consecuencias de sus actos. Y Aznar no está jugando bien con los tramposos.