Federico Fasano Mertens, director del diario uruguayo La República, publicó el 30 de marzo un documentado artículo --aunque discutible, provocador, polémico o excesivo-- en el que subraya ciertas coincidencias de George W. Bush con Adolf Hitler. Fasano Mertens escribió el texto como respuesta al embajador de Estados Unidos en Montevideo, Martín Silverstein, quien acusó a La República de carecer "de toda medida de integridad periodística" a consecuencia de una anterior comparación entre el presidente norteamericano y el fhürer.

Entre las pruebas que este colega aporta, figura la siguiente frase del presidente Dwight D. Eisenhower sobre el concepto de guerra preventiva --teoría tan grata a Bush--, pronunciada en 1953: "La guerra preventiva es un invento de Hitler. Yo no me tomaría en serio a nadie que me viniera a proponer una cosa semejante".

"¿Que se puede esperar --pregunta Fasano Mertens-- de un gobernante que en su propio país, cuna de tradiciones democráticas, ha suspendido los derechos civiles, ha instaurado la censura, las listas negras, la eliminación del habeas corpus (...), imponiendo los juicios clandestinos, las cárceles secretas y el delito de opinión, aproximando a su sociedad a la noche negra del macartismo más anacrónico?" Tal interrogante suena, a primera vista, a discurso demagógico; "de pancarta", diría José María Aznar, acreditado lugarteniente de Bush. Pero la pregunta tiene sentido si se lee, por ejemplo, a Norman Mailer, dos veces premio Pulitzer y, asimismo, galardonado con el National Book Award. Este anciano, cuya lucidez sigue afortunadamente intacta, acaba de publicar en España el libro ¿Por qué estamos en guerra?

Diagnostica Mailer en El País: "En EEUU la democracia está siendo sometida a un proceso de acoso y derribo. Estamos viviendo una situación de prefascismo. Todavía no somos un país fascista, pero podría ocurrir pronto. La Administración controla los medios de comunicación (...) Por supuesto que puedo decir lo que me dé la gana, pero (...) nadie me invita a comparecer en las grandes cadenas de televisión. Si el Gobierno frunce el ceño, los medios de comunicación se ponen nerviosos. Se les puede penalizar de manera muy sutil si no colaboran".

Las imágenes televisivas proyectadas en Estados Unidos sobre la invasión de Irak no son las mismas que las contempladas por los telespectadores de otros países. Los estadounidenses en general han presenciado una guerra edulcorada, distanciada al máximo del dolor y de la sangre.

En cuanto a la prensa --y salvo la reconversión tardía de The New York Times--, su tónica mayoritaria ha consistido en apoyar a la Casa Blanca. No conviene olvidarse, además, de los medios hooligans. Lo son no pocos periódicos, emisoras de radio y, de manera relevante, la cadena de televisión Fox News, propiedad del australiano Rupert Murdoch, uno de los personajes con más poder en el mundo. "El imperio de Rupert Murdoch, al servicio de la propaganda proguerra", titulaba Le Monde el 11 de abril. Murdoch --uno de los invitados a la regia boda Aznar/Agag-- es dueño del 40% de la prensa británica y de tres cuartas partes de la australiana. En Estados Unidos posee el diario The New York Post, el semanario The Weekly Standard --principal foco de irradiación de la doctrina neoconservadora-- y la citada televisión Fox News, de creciente audiencia.

Greg Dyke, director general de la BBC, criticó hace unos días a las televisiones norteamericanas por su tratamiento patriótico de la guerra. Es decir, por seguir instrucciones de la Casa Blanca y del Pentágono. "Muchas cadenas norteamericanas --denunció Dyke-- se han envuelto con la bandera y han cambiado la imparcialidad por el patriotismo". "Por la salud de nuestra democracia, es vital --manifestó-- que no sigamos el camino de muchas cadenas norteamericanas".

El patriotismo en boga ahora en Estados Unidos fue definido con sarcasmo por John K. Galbraith en su novela El profesor de Harvard (1991) de este bushiano modo: "El hombre bueno debe tener fe en Texas, fe en América, fe en el sistema de la libre empresa, y fe en el petróleo". Y ¿la democracia? "Es bonita", acostumbra a repetir Bush. Se trata de un objeto decorativo. Perfectamente prescindible, claro.