Entre los objetivos de la Unión Europea se encuentra la coordinación de políticas y normas legislativas de sus estados miembros que conduzcan a la reforma de la estructura y organización de sus enseñanzas universitarias para favorecer la construcción del Espacio Europeo de Educación superior. La construcción de este Espacio se inicia con la Declaración de la Sorbona (1988), se amplía y consolida con la Declaración de Bolonia (1999) y se introducen algunas líneas adicionales en el Comunicado de Praga (2001), en las que los ministros europeos de educación instan a los estados miembros a desarrollar e implantar en sus países, toda una serie de actuaciones para armonizar los diversos sistemas universitarios de cada estado miembro. El sistema universitario español deberá integrarse en ese espacio, habiéndose fijado como fecha límite para esta armonización el 2010, y por lo tanto, el actual mapa de títulos en el ámbito industrial deberá converger con el nuevo sistema europeo que se establezca.

Puesto que el futuro de las actuales titulaciones es incierto, en cuanto que puedan permanecer como tales, o al menos con los nombres actuales, parece conveniente y hasta necesario, analizar la contribución de los titulados en Ingeniería Superior Industrial al progreso de España, titulación que por cierto acaba de celebrar los 150 años de su existencia.

La profesión de ingeniero superior industrial ha alcanzado en la actualidad un prestigio reconocido por todos los estamentos de la sociedad española, así lo prueba la existencia de 33 universidades que imparten esta carrera, habiendo sido en muchos casos la primera Ingeniería Superior que las Universidades han implantado.

Durante los más de 150 años de profesión, los ingenieros industriales han contribuido al desarrollo tecnológico en áreas tales como la producción y transformación de energía, la robótica, el diseño mecánico, la bioingeniería, grandes proyectos, los transportes, infraestructuras urbanas, el control y seguridad, la industria química, los materiales, las tecnologías de la información, el medio ambiente, la electrotecnia, abastecimiento de agua, la organización industrial, electrónica o la gestión de empresas.

Esta contribución ha sido posible porque, a lo largo de estos 150 años, los ingenieros industriales han configurado y adaptado su perfil académico a las necesidades del desarrollo tecnológico en continua evolución, lo que les ha permitido estar presentes en la vanguardia del desarrollo industrial, la innovación, la investigación y los servicios públicos. En actividades tan diferentes como la industria, los servicios, la economía o las finanzas, los ingenieros industriales han contribuido a la toma de importantes decisiones por encontrarse en posiciones de dirección y de responsabilidad.

Desde mediados del siglo XIX, los cambios tecnológicos y las principales iniciativas de la industria española han contado con el protagonismo destacado de los ingenieros superiores industriales. Cuando se necesitó un incremento de la productividad y se impuso la producción seriada y la división del trabajo la profesional dio respuesta dio respuesta liderando la implantación de las técnicas de gestión y control de la producción, y asumiendo funciones de dirección empresarial. Posteriormente el proceso de terciarización creciente, ha llevado a muchos ingenieros industriales a trabajar en el sector terciario, en compañías de servicios, ingenierías, consultorías, finanzas, etc. Ahora cada día más, crece el porcentaje de Ingenieros Industriales que dedican su vida profesional a las técnicas de vanguardia, la investigación y la formación.

El prestigio adquirido por los ingenieros industriales se fundamenta en la sólida formación en materias básicas y en materias tecnológicas, así como en la capacidad de crear y desarrollar sistemas complejos en los que intervienen diferentes disciplinas que saben interrelacionar, es decir, por el ingenio, y la habilidad para organizar y dirigir equipos con alto grado de complejidad.

El ingeniero industrial sale preparado para seguir aprendiendo durante toda su vida profesional, adaptándose con facilidad a los cambios tecnológicos que se van produciendo, o actuando como motor de dichos cambios. Si se analizan los factores que hay detrás de esta realidad muy poco homogénea, se empieza a comprender por qué el "producto" "ingeniero industrial generalista" tiene tan favorable y variada acogida.

En los próximos años el aumento de la competitividad global y las facilidades en la transmisión de la información forzarán la incorporación rápida de los últimos avances tecnológicos en los productos y procesos, circunstancia que conllevará la aparición de nuevos campos de especialización y que necesitará del impulso de las técnicas de integración de sistemas. Nueva competición que requerirá del desarrollo de una elevada capacidad de innovación, desarrollo tecnológico e investigación, competencia para la que el principal activo el saber hacer y el conocimiento.

Con estas perspectivas ¿seguirán siendo los Ingenieros Industriales un factor determinante del desarrollo tecnológico? Probablemente un ingeniero polivalente, conocedor desde sus fundamentos de las diversas tecnologías industriales, innovador, e impulsor de sistemas complejos, sí puede desempeñar un papel decisivo en el futuro desarrollo tecnológico.

Los más de 150 años de contribución al progreso industrial de España, unas excelentes perspectivas de contribuciones futuras, ¿serán argumentos suficientes para mantener la titulación de ingeniería superior industrial en el catálogo de titulaciones del nuevo espacio europeo de educación superior?