Que la campaña electoral y el papel de España en Irak como país ocupante no nos impidan comentar otros hechos singulares, que nos interesan también a todos. Que sepa la ciudadanía que puede llamar mosca cojonera a quien le plazca, que no se considerará una ofensa, pues así lo ha sentenciado el Tribunal Supremo, que es el espejo al que ha de mirar la judicatura. Por ejemplo, yo puedo decir que el señor Aznar es una mosca cojonera por sus reiteradas alusiones críticas a la coalición social-comunista y él puede decir de mí que la mosca cojonera soy yo, pues con frecuencia comento sus actuaciones, no siempre cariñosamente. De ninguno de los dos se podrá decir que ha habido intromisión en su honor, aunque se reconocerá que se trata de una expresión malsonante, "carente del buen gusto que debe presidir las relaciones entre las personas de buena educación". Y lo más importante, al decir del otro que es una mosca cojonera, los dos estaremos amparados por la libertad de expresión, que nos reconoce la Carta Magna.

La prensa nos informa de este caso. El litigio ha durado más de seis años, que el demandado fue el alcalde de Quiroga (Lugo), que por la radio local llamó moscas cojoneras a 14 vecinos, tercos y obstinados en su oposición a un club náutico que la autoridad quería construir. Los ofendidos presentaron una demanda, que ha recorrido todos los escalones de la Administración de justicia hasta llegar al Supremo, en el que el ponente señor Garrote ha descrito la acción molesta de estos insectos que se posan en las partes blandas de las caballerías y las aguijonean con persistencia sin causar un daño irreparable. Leyendo la realista descripción del magistrado, a uno le ha entrado un picor agobiante y se ha tenido que rascar.