Quedamos en que lo que dijera el juez sería la única verdad oficial sobre el asunto. Y el juez, muy oportunamente, a unos pocos días de celebrarse las elecciones, ha archivado todos los papeles por falta de pruebas. Los indicios que le hicieron admitir la querella no se han podido confirmar con pruebas suficientes para seguir la causa.

Aunque una de las partes recurra esta decisión al contencioso-administrativo, a efectos electorales y por el momento, se acabó lo que se daba, lo que se suponía y lo que se discutía. Para eso están los jueces.

El señor Subías es muy dueño de pensar que el juez se ha equivocado o que no ha indagado lo suficiente para tomar la determinación que le desfavorece. Y el señor Gimeno y los otros, son muy dueños también de creerse lo que ha hecho el juez, exculpándolos.

Aparte de lo legal y lo oficial quedan las conciencias de los denunciantes y de los exonerados de culpa. Y las opiniones de cuantos gusten pensar por su cuenta y opinen que unos tenían razón y otros no o que el juez, como humano que es, puede haber acertado o haberse equivocado.

Los intereses prevalecen, las apariencias engañan muchas veces, las buenas voluntades se les suponen a unos y a otros. Es el momento terrible y cada cual en su rincón, incluido el juez, se hacen una llamada a sí mismos y piensan, en silencio, sin comunicarse con nadie, en la verdad de los hechos que unos conocen y otros no, que unos aprueban y otros no.

Vamos camino de las urnas y cada cual lleva su conciencia escrita en una papeleta que se tragará la urna y no será inútil.