Ha costado pero se ha obtenido otro éxito de la buena globalización: hay una cobertura legal mundial para impedir que se fomente la adicción al tabaco y para ayudar a que los fumadores abandonen su hábito. Los 192 países de la Organización Mundial de la Salud han conseguido consensuar ese texto tras cuatro años de negociación. El logro es equiparable al Protocolo de Kioto o al tratado contra las minas antipersona. Con la diferencia de que ni los fumadores son delincuentes ni quienes fabrican, distribuyen y fomentan el consumo de tabaco son empresas que escondan su actividad. El principal interés de la primera ley mundial de salud que ha conseguido la OMS --esta vez, con el apoyo de EEUU-- no es sólo el reconocimiento de los efectos nocivos del tabaco, o la denuncia de la permisividad amparada en la hipocresía de que sirve para recaudar impuestos. También se atiende la exigencia de los países menos capacitados para frenar la promoción del tabaco --la India, China o África-- y, entre otras medidas, a partir del 2008 no se podrá hacer publicidad de tabaco en todo el mundo. Ahora empieza la verdadera lucha: que las grandes potencias --sobre todo, EEUU y Europa-- cumplan lo que han firmado.