Hace unos dáis leí la pregunta que, en cierta ocasión, le hicieron a Gandhi: "¿Qué le parece la civilización occidental?" Y contestó con toda naturalidad; "Es una buena idea; la encuentro muy positiva". Esta respuesta de Gandhi, (1869-1948) de grato recuerdo e indiscutible personalidad, refleja, irónicamente, el rechazo que siempre tuvo hacia el pensamiento de occidente.

La verdad es que, entonces, como ahora, según sabemos, con la evolución natural de los tiempos nuestra civilización ya era y sigue siendo una hermosa realidad en continuo crecimiento; pero un crecimiento imparable en todos los campos del saber humano, como estamos comprobando en estos últimos cien años. Es indiscutible que, junto a otros muchísimos bienes de la cultura que integran nuestra civilización forma parte, y parte importante, la empresa, que está inmersa en esa sociedad occidental, y constituida, como es sabido, por la conjunción del capital y el trabajo. Siempre he dicho, y lo repito ahora, que los trabajadores son el mejor activo que tiene la empresa. Pienso que uno de los principales motores de crecimiento de toda civilización está en la empresa y los empresarios, que, desde luego, ni pueden ni quieren confundirse.

Creo que la empresa y la sociedad han nacido la una para la otra. No se concibe la empresa sin sociedad, ni la sociedad sin la empresa. Es obvio, pero también lo es que la empresa, juntamente con otras instituciones, personas y estamentos, surge para servir a la sociedad, como uno de sus más importantes fines, que se concretan -además- en dar trabajo, crear riqueza, seguridad social, contribuir al estado de bienestar con sus productos; dar calidad de vida con sus creaciones; satisfacer necesidades de todo tipo con sus servicios; cubrir un porcentaje del presupuesto de gastos de la nación con su aprobación, en forma de impuestos, de donde salen también parte de las ayudas que el Gobierno dedica a tragedias del propio país, y a catástrofes o calamidades del extranjero. Dolorosamente tenemos pruebas recientes.

Esto es lo que, entre otras muchas cosas, hace y puede hacer la empresa en la sociedad; pero para eso hace falta tener lo que tiene todo buen empresario: un constante espíritu de servicio, un esfuerzo infatigable en la investigación y el desarrollo y la innovación, conceptos que son bien conocidos por los que soportan la responsabilidad de estar al frente de toda empresa, si es que, de verdad, quieren que esa empresa que ellos dirigen siga dando calidad a sus productos o servicios, si quieren que sea competitiva, y que crezca en la cuota de mercado que tenga, y, además, si aspiran ellos a ser útiles a la sociedad en la que están inmersos, por su propia naturaleza, que, desde otro punto de vista, es lo más importante.

Porque todo eso que se acaba de decir, es fruto del trabajo del hombre, que "es testimonio de su dignidad y es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la humanidad".

Nada más y nada menos que eso. Con el deseo de profundizar sobre estos importantes temas, y como miembro del comité organizador, sólo me basta decir que se va desarrolló la IX Jornada de estudio para empresarios de la Comunidad Valenciana. Un año más la jornada fue presidida por Rafael Ferrando Giner, presidente de Cierval y de la Confederación de Empresarios Valencianos y, como en años anteriores, participaron numerosos empresarios de Castellón, Valencia y Alicante, que, juntamente con otros que lo hicieron por primera vez, aclararon ideas y renovaron ilusiones sobre cuestiones que a todos interesan.

Sólo falta decir que los ingresos que proporcionaron estas jornadas de estudio se destinan a financiar actividades de ayuda social que, entre otras, realizarán grupos de universitarios en Nicaragua.