Cuando la política se transforma en matemática, mala cosa. Y esto pasa en muchos municipios de Castellón, algunos muy importantes, cuando el resultado de las urnas se pervierte por una simple suma de concejales que deja fuera de la alcaldía al político más deseado del municipio. Estas negociaciones a dos, tres y hasta cuatro bandas se convierten en una mera reunión de despacho o comilona sin que los electores puedan opinar sobre quién va a ser el alcalde de su pueblo. Paradojas de la vida, cuanto más cercana es la institución --ayuntamiento-- más lejano es el poder de influencia de los ciudadanos. O lo que es lo mismo la influencia de tu compañero/a de cama puede pesar más que miles de votos.

Urge, por tanto, reclamar la segunda vuelta en las elecciones municipales, cuando ningún partido es capaz de asegurarse una mayoría que de estabilidad al municipio. Los ciudadanos deberían decidir sólo ellos entre Aparici y Tur, en La Vall; Asín y Colomer, en Benic ssim; y así unas parejas más. O más claro, si no queremos una nueva ronda electoral, los partidos tienen que suscribir un pacto para que gobierne el candidato de la lista más votada. Esta circunstancia se me antoja más complicada, por lo que abogaría por un cambio del sistema electoral municipalista. Nunca entenderé si La Vall pierde su polígono industrial por el bloqueo de un grupo minoritario, o si otras inversiones que determinan el futuro de nuestros municipios, en un momento clave de prosperidad y de mayor competencia, se van al carajo por personalismos, fobias o ideologías anquilosadas y poco pragmáticas. Y esto los ciudadanos no tienen porque soportarlo.