Los gobernantes tratan de sacar rentabilidad política de las desgracias ajenas y no podía ser diferente la tragedia del avión ucraniano en el que murieron 62 militares. Se dice ahora que el presidente del Gobierno, señor Aznar, cede su Boeing 707 para el traslado de militares, con lo cual debe esperar que se le ensalce por su magnanimidad.

En primer lugar hay que señalar la mala aplicación que se hace en este caso del posesivo. El avión no es suyo, sino del Estado, y sería una mala cosa que en España se confundiera el patrimonio público con el personal. Lo utiliza para los viajes a que el cargo le obliga, que son muchos. La presidencia ha hecho aflorar unas aficiones viajeras que antes ni sus allegados conocían.

En el caso que comentamos hay una interesada mala utilización del lenguaje. Se dice que ha cedido el avión y mal puede ceder lo que no le pertenece. Sencillamente, ha hecho saber a los responsables del patrimonio público que lo utilicen con la finalidad que más convenga. A partir de ahora, ellos tendrán que decir en cada caso qué es prioritario: si un viaje del presidente o la partida o el regreso de una expedición castrense.

Será interesante saber el nivel de utilización del avión y quién viaja a bordo. No tendrá mucho mérito si el señor Aznar sigue manteniendo la misma intensidad viajera y el avión sólo carga militares cuando le tocaría estar guardado en un hangar. El gesto del presidente sólo tendrá sentido si se sabe que ha anulado algún viaje o que ha viajado en un servicio comercial. Si sigue reclamando el Boeing cada dos por tres y mantiene la preferencia, no habrá cambiado nada.