El Banco Central Europeo ha rebajado los tipos de interés a una tasa inaudita desde 1948 en Europa e inédita en España: el BCE presta dinero a bancos y cajas al 2%, con la intención de que esa tasa se traslade hasta las empresas que invierten y los consumidores que se endeudan para comprar bienes y servicios. La decisión es adecuada por dos razones: confirma su autoridad como regulador de los flujos monetarios frente al dólar; y demuestra que es sensible a la principal preocupación de la eurozona: Alemania, Francia, Italia y Holanda aportan un balance nulo en el crecimiento económico de Europa, y eso es un aviso muy serio de lo que puede suceder a los demás.

Aunque sea una paradoja, cada vez que baja el tipo director del BCE, para España es una mala noticia, porque hoy tenemos una inflación que casi dobla al tipo de interés oficial. Si endeudarse es más barato que ahorrar, significa que estamos ante un fracaso que exige una intervención de nuestras autoridades económicas. Es alarmante que España pierda competitividad porque sus precios no le permiten ni exportar productos agrarios e industriales ni seguir captando turistas. Nuestro problema son los precios, no los intereses.