Al tiempo que se desmantelan casi simbólicamente algunas colonias judías de escasa importancia, la nueva agresión del Ejército israelí, el asesinato frustrado de un líder de Hamas, es una flagrante violación del espíritu de la Hoja de ruta y confirma la vesania de los extremistas de uno y otro lado, empeñados en sabotearla. Las reformas palestinas impulsadas por Abu Mazen y la sorprendente declaración de Sharon, que consideró negativa la ocupación, eran las dos frágiles premisas en que se asentaba el plan de paz. Pero el atentado de ayer lo quiebra todo e incita a actos terroristas de respuesta que, a su vez, justificarán la estrategia de los fanáticos del Gran Israel.

Con todo, no hay alternativa al plan de paz pese a la desesperación de los palestinos y el encono de los israelís que desean su fracaso. Bush, responsable del nuevo proceso, se apresuró a condenar el ataque, pero debe hacer bastante más que eso. Porque, antes de que la Hoja de ruta ofrezca resultados tangibles, la sangre sigue corriendo en Palestina. Pero todo parece indicar que si Sharon es sincero, tanto él como Abu Mazen tendrán que pasar por un verdadero calvario si desean llegar a algún tipo de coexistencia.