Entre la cantante Madonna y yo hay muchísimas diferencias. La de nuestros respectivos calcetines, por ejemplo. Unos calcetines usados no son un objeto especialmente sugerente. Pero Madonna se dejó un par en un hotel, ahora salen a subasta y se pagarán por ellos 300 euros. Yo, en cambio, cuando llegué caminando a Camelle, tiré a un contenedor los que llevaba puestos.

Lo que me intriga no es que por unos calcetines usados de la famosa se pague un buen precio, mientras que si yo hubiera puesto a subasta los míos, la policía del puerto gallego me habría llevado amablemente al dispensario ante mi trastorno mental. Lo que no entiendo es todo el proceso por el que los calcetines de la cantante llegan a la Feria del Disco celebrada en Reus. Estoy seguro de que los organizadores lo saben, pero yo sólo puedo hacerme preguntas. ¿Quién recogió los calcetines de Madonna en un hotel de Barcelona? ¿Por qué manos han pasado hasta llegar a la subasta? Dicen que la artista los olvidó en 1990, por lo tanto hace ya 13 años. ¿Quién los ha guardado todo este tiempo? También sería interesante saber si los calcetines han sido lavados o no. Me imagino que, como ocurre con los sellos de correos, con los pisos y con los coches, estos calcetines no tienen el mismo valor nuevos que usados. Yo diría que es más inteligente no lavarlos, por el valor añadido que supone que conserven un poco del sudor del personaje.

Y ¿cómo se guardan unos calcetines tan excepcionales? El autógrafo de un artista puede enmarcarse, pero queda un poco extraño meter unos calcetines en un marco. Por otro lado, guardar los calcetines de Madonna en el mismo cajón donde guarda los suyos el coleccionista sería un desprecio inconcebible, y si un día, por error, el comprador se los pusiera, su valor bajaría radicalmente. Quizá la solución es meter los calcetines en una caja fuerte. Esperando el día en que paguen más por ellos. Curiosa evolución: antes el dinero se guardaba dentro de un calcetín; ahora hay calcetines que deben guardarse en un banco.