La emigración clandestina sigue siendo el problema de mayor envergadura y más difícil de resolver en las siempre complicadas relaciones hispano-marroquís. Pero se está abriendo una nueva etapa de colaboración entre ambos países y, sin duda, el asunto ocupará un papel central en la visita que el lunes y martes realizará Aznar al vecino reino alauí.

Los gobiernos español y marroquí están sentando las bases de una cooperación policial mixta, tanto en el ámbito de la información como en el control fronterizo, marítimo y terrestre, para combatir las redes mafiosas que organizan desde Marruecos las expediciones de pateras. Las autoridades de Rabat también han asumido la necesidad de readmitir a los casi 4.000 menores marroquís que han viajado clandestinamente a España, y están hoy en casas de acogidas, para devolverlos a sus familias. Pero sigue sin desbrozarse el futuro de los más de 20.000 subsaharianos que han llegado furtivamente a la península desde Marruecos en los últimos dos años.

Las relaciones hispano-marroquís están empedradas de buenas intenciones. Ojalá esta vez los proyectos en marcha sean algo más que retórica.