La obra del más popular de los artistas castellonenses, Ripollés, inunda desde ayer las calles de Castellón en forma de doce espectaculares estatuas, que permanecerán para gozo de los viandantes hasta la conclusión de las fiestas navideñas. Una muestra que ayer sorprendió a todos por lo inesperado de su presencia. Aparecieron como champiñones en los lugares más sorprendentes de la ciudad. Un pequeño museo al aire libre con el único objetivo --que no es poco-- de embellecer el entorno.

Castellón ya cuenta con precedentes anteriores, como la exposición de Bancaixa o la anterior de Botero, que han quedado impresas para siempre en la retina de los castellonenses.

Alcaldes como Daniel Gozalbo ya pusieron en marcha iniciativas similares, como aquella que lleno Castellón de gigantescas pinturas en fachadas medianeras de bloques de edificios. Los artistas de la época dejaron muestra de su habilidad con los pinceles, aunque posteriormente algunas de estas obras de arte fueron ocultadas por construcciones en solares colindantes. Pero eso merecería otro análisis.

Proyectos como el de Ripo son una muestra de cómo se puede sacar la cultura a la calle. Ya se sabe, si Mahoma no va a la montaña...