Parece que fue ayer, pero hoy sábado se cumplen ya tres años desde el fallecimiento de José Soriano Ramos, víctima de un accidente de tráfico en la A-7.

Son más de mil días sin Pepe, pero su recuerdo sigue presente porque su obra fue inmensa y, por tanto, muy difícil de olvidar. Y todavía más en una sociedad como la nuestra, donde se están perdiendo a pasos de gigante muchos valores como el respeto por la familia o la empresa. Donde cada vez hay menos amigos de verdad, sino que unos se acercan a otros con el único objetivo de aprovecharse en función del puesto que ocupen. Donde impera eso de tanto tienes tanto vales.

Justo todo lo contrario de aquello por lo que Soriano luchaba con todas sus fuerzas día a día: Convivir, respetar, ilusionar y ser uno más, eran sus metas y, con estas bases, intentaba crear riqueza. "Hay que trabajar con ilusión, colaborando en hacer un mundo mejor. Sin economía y progreso no puede haber una sociedad más justa y más real", afirmaba a menudo el bueno de Pepe.

Porque Soriano era rico, pero rico en bondad, amistad, solidaridad, respeto; rico por su inmenso corazón. "Si amáis podéis hacer lo que queráis, pero si comenzáis haciendo lo que queréis, jamás amaréis", llevaba escrito siempre en su cartera. Una cartera que en lo crematístico le importaba más bien poco, porque lo suyo era crear puestos de trabajo. "Sin una decidida vocación y espíritu de reinversión de los beneficios, hubiera sido imposible acometer tanto proyecto y desarrollo industrial", decía y, además, lo cumplía a rajatabla.

Pepe fue la persona que más me ha impactado de cuantas he podido conocer gracias a esta bendita profesión llamada periodismo. Ya comenté con motivo de su muerte que era un libro abierto, el libro de la vida. Y esa imagen sigue muy presente.

Su fallecimiento, miren por donde, nos ha permitido descubrir mejor a su esposa, Asunción Manzanet, quien ahora rinde homenaje a Pepe con la publicación del libro Huellas en la arcilla, que tantas horas de sueño le ha quitado, pero ha merecido la pena porque refleja el paso de Soriano por este mundo.

Sin pecar de soberbia, puedo afirmar que Asunción es el alma gemela de Pepe. Impecable. Sin ningún afán de protagonismo. Con la sonrisa en los labios. Que se desvive por la familia (sus cinco nietos pueden dar fe de ésto). Que siempre está dispuesta a prestar ayuda a los más desfavorecidos. Y además, como su marido, es moderna y fiel a Jesucristo. Eso mismo que pregonó Juan Pablo II con motivo de su última visita a España. Muchos deberíamos tomar ejemplo.