Señoras y señores, buenas noches! Así nos despediremos, conscientes o menos conscientes, del mal año que termina, deseando que el próximo no sea peor. Al menos perderemos de vista al gesto despreciativo y soberbio de Josemaría, con la secreta esperanza de que el señor Rajoy lo mejore aunque nunca se sabe lo que puede dar de sí un buen gallego. Echaremos de menos al señor Arzalluz que siempre nos hacía reír aunque hablara en euskera y no contara precisamente chistes. El señor Anasagasti siempre será un modelo de oratoria y buena educación, aunque no sabremos como peinar nuestra desnudez craneana sin su sabia lección. Más cerca de nosotros, el señor Zaplana seguirá ejerciendo de encantador de serpientes, pese a que las serpientes huyan en cuanto se atreva a anunciarnos alguna, para él, buena noticia.

¿Y el honorable señor Camps, aprenderá su oficio y cantará su independencia aunque no sepa como ejercerla? Más cerca todavía, el señor Fabra tendrá que invocar el abracadabra y contar su verdad frente a las verdades del señor Vilar, enzarzados ambos en un culebrón provincial. Y a todos paciencia.

Porque el tránsito seguirá igual o peor, el aeropuerto, Dios y Fabra dirán, la nacional 340, no se preocupen ustedes por ella: nadie la tocará sobre el terreno aunque abunden los planes y las rectificaciones. Y el señor Zaplana nos volverá a repetir que sube las pensiones, sí, otra vez, para que parezca mayor la subida, imitando las inauguraciones de pantanos del anterior y bendito, por "una" gracia de Dios, Jefe de Estado. Paciencia a todos y barajar. Año nuevo, vida vieja.