Debí de ser uno de los primeros que conté que en Menorca había un hombre más que centenario. Joan Riudavets tenía entonces 103 años. Lo descubrí de rebote, porque había ido a Menorca a ver a otra persona. Cuando el equipo preparaba el viaje se supo que en la isla vivía un hombre que, además de tener muchos años, era un personaje lúcido y muy interesante. Valía la pena entrevistarlo y aprovechar el desplazamiento.

Ahora, Joan Riudavets acaba de morir. A los 114 años. Y con el título de "el hombre más viejo del mundo". La entrevista con Riudavets fue una delicia. Era un antiguo zapatero de artesanía que acreditó una elegancia moral y una visión de la vida absolutamente positiva. El secreto de su longevidad, me dijo, lo atribuía al bienestar consigo mismo, al respeto por los demás, en definitiva a un estado de ánimo pacífico y a tomárselo todo con calma y voluntad de comprensión.

Yo no sé si con esto no se sufren enfermedades. Lo dudo. Hay gente muy malhumorada que vive 100 años y gente muy santa que muere de un infarto a los 50. Lo seguro es que Riudavets contagiaba una sensación de placidez absoluta. Su modestia no podía esconder su inteligencia ni su curiosidad por lo que ocurría en el mundo. Es cierto que cumplir años suele ser malo para la salud, pero hay afortunados que envejecen sanamente. ¿Es una cuestión genética? Unos investigadores van a analizar el caso de Riudavets, porque Joan tiene dos hermanos de 104 y 98. Si, como se dice, envejecer es la única forma de vivir mucho, envejecer es una suerte admirable si el tiempo, además de ser mucho, está vivido sabiamente.