Querida Tiziana: Recordarás que un día te conté lo mucho que me dolía el que muchos españoles me preguntaran dónde está Villarreal. Al cabo de los años he tenido que darte la razón sobre las ventajas que tiene el fútbol. Tu, hija del famoso entrenador del Lazio, me decías que mi pueblo dejaría de ser un nombre en los exámenes para cartero cuando consiguiéramos estar entre los grandes del fútbol nacional. Entonces no habíamos pasado de Segunda y, por cierto, el día del primer ascenso, un diario nacional publicó que había subido, tras eliminar al Athletic B en el Bernabéu, el Villarreal de San Antonio, o sea, Portugal. Claro que peor fue lo de un redactor a mis órdenes que, ya en Segunda y en la víspera de una gran victoria en el Bernabéu, en la que marcó hasta Belodecici, llamó al Villarreal equipo manchego. Debo decirte, Tiziana, que ya estamos en el mapa, que ya hay gentes que relacionan la ciudad con el equipo de fútbol y hasta empiezan a conocer el emporio azulejero. Y a mayor gloria, esta tarde nos enfrentamos al Roma, tu gran rival. Te escribo para manifestarte mi deseo de hacer felices a todos los laziales. Cuando hoy leas en la prensa italiana nuestra victoria acuérdate de llamarme.

Hoy confieso que me siento mucho más orgulloso de ser villarrealense porque si aún quedan españoles que nos desconocen, no puedo ocultar mi satisfacción por saber que toda Europa hablará de nosotros. Ya lo hicieron con motivo de anteriores eliminatorias, pero la ocasión de hoy es, aun si se sella con la derrota, auténticamente gloriosa. Perdóname que ahora tenga más respeto por el Roma que por tu Lazio, que todavía no nos ha pagado los traspasos de Piojo López y Mendieta. Tu padre se moriría de vergüenza por ello.

Para nosotros, cualquier resultado será una victoria. Es la ocasión para pasear dentro de unos días con nuestras banderas por Vía Marguta, conversar con las chicas de la Plaza de España, comprar en la Vía del Corso y en Vía Fratina y Vía Condoti (en las dos últimas los azulejeros) pasear por Plaza Navona, visitar el Panteón y el Foro, entrar en el Coliseo y subir a Monte Mario. Todo ello añadiendo nuestro amarillo a lo ocres romanos.

A Fabio Capello hace unos años que no le veo. La última vez fue en una cena que compartía con su esposa en Milán. Quisiera que esta noche, en el Madrigal, decirle que el Villarreal ha hecho feliz a una amiga mía lazial. Nunca he deseado tanto quedar bien contigo. Besos.