Manuel Vicent escribía ayer en El País de las olas y la mar. Recordaba cómo de niño se combatían "las olas adornadas con furiosas crestas de espuma: los más audaces preferían atravesarla clavándose en ella de cabeza, otros conseguían coronarla acomodando el ritmo corporal a su embestida y quienes veían en ella un peligro insalvable quedaban abatidos y arrollados. ... La práctica de aquellos baños inocentes es la mejor filosofía para sobrevivir a las adversidades. ... La única sabiduría consiste en dividir la vida en días y horas para extraer de cada una de ellas una victoria concreta sobre el dolor y una culminación del placer que te regale. Una sola ola es la que te hace naufragar. De esa hay que salvarse".

Como contrapunto, Carmen Rigalt, metida en el pantanal de la salsa rosa, se explayaba en El Mundo sobre una pomposa cena del clan del aceite de Osuna. La mesa del palacio del Marqués de la Gomera reunía al alcalde Marcos Quijada (IU), a la duquesa de Osuna, Josemi Rodríguez Sieiro, el torero Espartaco, García Baibeito, Raúl del Pozo, Pedro Tabernero, Lorenzo Díaz, Paco Rosell, Antonio Casado, Matías Antolín, Natalia Ferracioli y a Rigalt, claro, que le sacaba punta a la manida historia de la duquesa y el comunista, por los que Del Pozo brindó para romper el hielo. Pero lo esencial era esto: "La mesa habría hecho las delicias de García Berlanga, que posee un ojo finísimo para detectar anacronismos históricos (?). Al marcharse la señora duquesa, todos nos ponemos en pie, como en el colegio. Lástima de Berlanga, ya digo". También se naufraga sin olas.