Para George Bush, los actos del domingo en Normandía, en el 60 aniversario del Día D, fueron, sobre todo, un acto de pleitesía de Europa a Estados Unidos. No ha de extrañar que se muestre tan envanecido. La Europa que tenía que hacerle sombra a su país aparece mustia y apagada ante sus ojos. Sobre todo, si ha tenido noticia de que no llega al 50% la proporción de los ciudadanos europeos que ya tienen decidida su participación en las elecciones del próximo domingo.

Estamos llamados a votar, pero no sabemos bien por qué. A nadie ha de sorprender que en Portugal la Eurocopa haya eclipsado el interés por los comicios. La Europa futbolística interesa más que la Europa política. En España ocurriría lo mismo, y quizá también en países que alardean de europeísmo, como Francia y Alemania.

Aunque España ha sido de los países que más han chupado del bote de Bruselas, si aquí la campaña se ha animado es porque las elecciones tienen un significado que nada tiene que ver con Europa. El PSOE lo ve como la gran ocasión para revalidar el triunfo del 14-M, mientras que el PP cree llegado el momento de la gran revancha. Así lo han anunciado tambores de guerra, que no dejarán de sonar hasta el domingo por la noche.

La culpa de tanta atonía es de todos, pero han contribuido los partidos, que casi siempre mandan a las europeas a los políticos que han quedado gastados por sucesivas elecciones internas y que tienen necesidad de un sueldo a fin de mes. Son supervivientes de otras batallas y sólo hay que ver al señor Borrell y al señor Mayor Oreja, con heridas no restañadas de luchas anteriores.