Antes para prohibir bastaba el símbolo de un círculo rojo y un número, ahora hay que recurrir a imágenes de miembros ensangrentados. El cuerpo es lo que habla, se ha convertido en el centro espiritual.

Esto vale en todos los órdenes. Lo saben los directores de cine que se complacen en la violencia. También lo saben las autoridades académicas que tratan al psicoanalista como un curandero porque no conoce científicamente el cuerpo. Lo saben todos esos programas televisivos de casquería, que son como altares de culto. Nada extraño entonces que un hermano de Adolfo Suárez exhiba en Salsa Rosa, que emite la cadena Tele 5, el sufrimiento del expresidente del Gobierno español para satisfacer las necesidades antropofágicas del espectador. El hombre moderno no es que tenga cuerpo, es que es un cuerpo.