Vuelven las tensiones entre ocupación de espacios públicos, diversión, noche y jóvenes. Volvemos a lo que periodísticamente se ha bautizado como botellón. La noticia es que las autoridades municipales ya tienen un plan para abortar el desmadre. Conviene recordar que el fenómeno es producto de tres elementos: la necesidad juvenil de un ocio basado en la relación, en espacios abiertos; el rechazo a un negocio abusivo montado en torno a la obligación de divertirse; algunas formas sociales de usar el alcohol y otras drogas. Su punto débil es el impacto en el entorno y la tensión generacional entre formas y tiempos de ocupar el espacio.

Los objetivos de la acción municipal, que resulta siempre fundamental, no deberían ser otros que reducir los daños colaterales y negociar la convivencia.