Voy a tratar de exponer la opinión, entre sorprendida e irónica, que me merece el artículo aparecido en Mediterráneo (11-05, pág. 6) con la firma de Joaquín González, diputado en las Cortes Valencianas por el PSPV, y bajo el título de "Los hilos de la farsa". Imposible responder en un corto artículo todas las afirmaciones gratuitas y preguntas disparatadas que, por su obviedad, no merecen especial atención. Mucho menos voy a defender los nombres muy dignos de los que considera "hilos de la farsa", ni tampoco me meteré en política. Pero sí voy a referirme a quien considera potencial marioneta colgado de esos hilos imaginarios que es, a su juicio, el obispo de Segorbe-Castellón, contra el cual vierte su rabiosa inquina. Le llama simplemente "señor Reig Pla", no para referirse a su condición de ciudadano normal común a todos, y a mucha honra, sino para dar a entender que ignora o desprecia su otra condición de primera autoridad eclesiástica de la diócesis. Una sola vez le trata de "monseñor" pero es para decir a continuación que lo considera "nada digno de ser respetado", y también "nada digno de vivir en esta pacífica y hospitalaria ciudad" (de Castellón). Expresa también un deseo contra la persona del Obispo: "Que se vaya pronto y que sacuda el polvo de sus sandalias al partir". Pare el carro el señor diputado del PSPV y percátese de que hasta para meterse con el obispo conviene saber algo de religión y no soltar ocurrencias y razones de pata de banco, absurdas y fuera de toda lógica. Voy a referirme sólo a una de ellas. El señor diputado ha cogido, sin enterarse de su significado, una frase del Evangelio de San Marcos (6, 11) y se ha enredado con ella, pisando como quien dice su propia manguera cuando su intención era mojar, a ser posible con agua hirviendo, al obispo para que, bien escaldado y remojado, se vaya de Castellón.

La frase evangélica "sacudir el polvo de los pies" está inserta entre las recomendaciones con las que Cristo perfila la misión apostólica de sus discípulos: "Si en un lugar no os reciben ni os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de los pies en testimonio contra ellos". De manera que el Evangelio no autoriza a que los echen, sino que invita a que se vayan, que no es lo mismo. ¿Se da cuenta el señor diputado en qué jardín se ha metido y qué ridículo patinazo ha sufrido al pretender aplicar esta frase al obispo? Si no tiene mejores argumentos para expulsarlo de la iglesia y hasta de Castellón, el tiro le sale por la culata y, mal que le pese, vamos a tener obispo para rato. Pero hay más. El señor diputado ha ofendido con sus palabras no sólo al obispo, como era su propósito, sino también a los ciudadanos de Castellón. Y esto en un político está muy mal. Le explicaré por qué. Hay que recordar que cuando Cristo manda a sus discípulos que, sacudiendo el polvo de sus pies, se marchen del lugar en que no les reciban ni escuchen su palabra, añade que esto lo harán "en testimonio contra ellos". De manera que si el obispo tuviera que partir sacudiéndose el polvo de sus sandalias, como desea el diputado, sería en testimonio contra Castellón que ya no podría ser calificada en tal supuesto como "pacífica y hospitalaria ciudad", sino, al contrario, como "lugar digno de castigo y aborrecimiento". Pero no es la ciudad, sino sólo algunos miembros del PSPV y del Bloc de Castellón los que ni reciben ni escuchan al obispo. Sin embargo, y a pesar de todo lo dicho, es posible disculpar en última instancia el solemne patinazo y grave desliz del señor diputado porque, según confiesa, éste no era el artículo que deseaba escribir, sino que más bien pretendía componer otro con el fin de "desmitificar la excelsa (¡!) imagen de monseñor" a quien, como el que no quiere la cosa, lo desmitifica calificándolo de "indeseable e indigno pastor maltratador de sus ovejas". ¡Y eso que no era éste el artículo que quería escribir!

Antes de terminar, quiero hacer constar que lo que tanto molestó al diputado lo dijo el obispo en medio de una misa celebrada dentro de un templo de su jurisdicción y en uso de su magisterio ordinario. Más aún, aunque hubiera hablado en otro lugar, arguyo que no va a ser el obispo menos que cualquier otro ciudadano o político, aunque sea diputado. A todos sin distinción protege la Constitución que, en su art. 16, 1, "garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y de las comunidades sin más limitación que la necesaria para el mantenimiento del orden público".

Para "acabar con la farsa ya", y sin ánimo de molestar, dejo en el aire colgadas tres inocentes preguntas dirigidas al PSPV y al Bloc de Castellón: 1ª ¿A santo de qué fueron los agnósticos y ateos al templo en la fiesta de la Patrona? 2ª ¿Fueron devotamente a rezar o sólo para salir en la foto? 3ª ¿Acaso fueron al templo porque unos votos bien valen una misa?