El jueves pasado, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) distribuyó una encuesta en la que los españoles valoraban la monarquía con un ni fu ni fa. Suficiente para que los monárquicos depellejen el rigor del CIS. A la cabeza, Luis María Anson (La Razón), quien recuerda que el CIS ya había errado en las predicciones sobre la participación en las elecciones europeas, y propone: "Su director debería haber decretado un periodo largo de cilicios, autocríticas, silencio público y otras penitencias, incluso la lectura diaria de El País, Su crítica: "El CIS ha formulado una serie de preguntas tendenciosas, y además idiotas, sobre la monarquía". Tarea inútil: "La gente ni se preocupa por la forma de Estado que el pueblo estableció en la Constitución y que cumple con acierto el papel que la voluntad general le asignó".

Hecha la lectura diaria, sin exagerar, de El País, puede encontrarse la columna de Eduardo Haro Tecglen, que advierte: "La monarquía al pueblo le resulta tibia. Muy lejos de la guillotina". Pero su memoria sobre la voluntad popular difiere de la que que tiene el articulista anterior: "La monarquía es un residuo de Franco y de los acobardados izquierdistas del comienzo de la transición". Temiendo ir a peor, renunciaron a pedir la república: "Hay peores residuos de Franco. Para mí el valor del Rey es que me puede librar de un presidente de la República espantoso. Pongamos Aznar. Pongamos Esperanza Aguirre. O del mismo Príncipe, por quien algunos apuestan para la III República".