Amedida que la comisión sobre los atentados del 11-M avanza, surgen más indicios de una política de desinformación de la opinión pública. Cuando, a últimas horas de la tarde del mismo día del atentado, el entonces ministro del Interior, Ángel Acebes, afirmaba no tener "ninguna duda" de la autoría de ETA, merece plenamente el beneficio de la duda. La pista del terrorismo islamista era una hipótesis de trabajo para los investigadores que intentaban aclarar lo sucedido, pero su divulgación quedó relegada porque algún alto cargo policial empezó a decir, sin que lo avalase ningún dato de los agentes que analizaban las pruebas, que el explosivo era el habitual de ETA.

Pero si en las 24 horas posteriores al atentado puede alegarse confusión, el hecho de que dos días después, al mediodía del sábado 13-M, Acebes dijera que los etarras eran la sospecha prioritaria, ya no tiene justificación. A esa hora la policía ya concentraba sus esfuerzos en la pista islamista ante las evidencias que obraban en su poder. En ese momento, sólo una estrategia informativa ligada a no decir toda la verdad puede explicar aquella declaración de Acebes, y lo que también decía entonces Zaplana.