Como parecía presumible las infraestructuras que comunican Benic ssim con Castellón son las mismas que el año pasado. La herencia de los 8 años de Aznar nos deja lo que sabíamos en esta materia: nada. El mismo partido lleva 9 años en la Generalitat y el balance asoma parecido: nada. Efectivamente nada nuevo bajo el sol. Por poco que se avance a partir de ahora, el contraste será evidente. Pero más allá de la aceleración de los proyectos necesarios para modernizar nuestros ejes viarios (sólo el tiempo confirmará el desarrollo de los mismos), hay un tema que no debe olvidarse si hablamos de progreso. Un tema del que se habla poco y debiera ocupar lo mejor de las intenciones si se busca avanzar en la movilidad de las personas. Se trata del transporte público. No se apuesta suficientemente en su desarrollo como reto estratégico de futuro. Resulta evidente que el discurso de las grandes infraestructuras y las macroinversiones en nuevas carreteras y autovías sigue cautivando a la opinión pública o, mejor dicho, a la opinión publicada que, como señalara Inmanuel Kant hace más de 200 años, no es exactamente lo mismo. Sea como sea, nuestra sociedad sigue alentando el uso del vehículo privado hasta extremos insoportables. Por mor de una pretendida libertad de movimientos, autonomía e independencia, hemos entronizado el coche particular como imprescindible para nuestras vidas. Una supuesta libertad que se desvanece cuando quedamos atrapados en colas y atascos que, en realidad, nos enjaulan cautivos de un hábito que destruye nuestra calidad de vida. ¿Dónde queda nuestra autonomía y nuestra libertad de movimientos en el martirio cotidiano de la carretera N-340?

Curiosamente, en lugar de replantearnos este delirante incremento del caos circulatorio y, con él, la decadencia de nuestro entorno y salud ambiental, seguimos adorando un modelo que abunda y profundiza en las mismas llagas. Nadie ha dicho que sea fácil cambiar la cultura de la movilidad que ha enseñoreado al coche en detrimento de otras opciones. Las modas son complicadas de cambiar sobre todo si hay intereses multimillonarios satisfechos con lo que hay. Lo grave no es tanto que colectivamente contribuyamos a la locura usando y abusando el vehículo privado. Ciertamente todos podríamos contribuir con mayor entusiasmo al cambio impulsando la demanda del transporte público. Lo peor es que quienes administran la oferta dejan mucho que desear. Nunca nos pareceremos a las ciudades más avanzadas de Europa y los EEUU si los gobiernos no apuestan por el transporte público. No hay ningún plan oficial serio y potente que impulse una red solvente de comunicaciones colectivas. Jugamos en un campo de mala muerte y nos pensamos que lideramos no sé cuántas cosas. Seremos capaces de compatibilizar la travesía de los veleros más fantásticos del mundo en nuestras costas con motivo de la Copa de la América mientras nuestras vías públicas agonizarán caóticas. Ni tranvía ni cercanías ni líneas de autobuses en cantidad y calidad de frecuencias e itinerarios. Este no es cualquier debate. Es el debate que gira sobre un modelo u otro de entender el progreso. Resulta inquietante que en la agenda de muchos políticos el transporte público sólo adquiera un papel residual, simbólico. Desde Benic ssim hemos querido romper una lanza a favor de otra manera de entender la movilidad con Castellón. Es posible que los trenes lanzadera que estamos patrocinando desde nuestro Ayuntamiento no sean una solución definitiva. Es posible que las nuevas líneas de autobuses urbanos circulares no seduzcan suficientemente. Pero por lo menos hemos aportado alternativas en un tiempo de locura colectiva y consumismo desaforado. Estamos tardando demasiado en entender que el imperio del asfalto y la degradación del entorno nos conducen irremediablemente hacia un mundo deshumanizado. Puede que nos cueste más que menos transformar las modas de la gente, cambiar de chip, pero en el fondo todos sabemos que la Plana sólo será habitable en 20 años si comenzamos a programar el final de la era del asfalto y del imperio del coche y la polución.