En época estival, solemos encontrarnos con un hecho repetido todos los años: los amores de verano. ¿Quién no ha padecido alguna vez esta "enfermedad"? Ante el fenómeno del amor, cada persona tiene su propia percepción y sensibilidad. Es, normalmente, una emoción que entra sin avisar, intensa y que, generalmente, se apacigua con el paso del tiempo. En una primera fase, nos convierte en seres temporalmente irracionales e impulsivos. Existen tres síntomas característicos del enamoramiento: la idealización de la otra persona, la admiración que sentimos hacia ella y la sobrevaloración de sus características positivas, volviéndonos ciegos a posibles defectos.

La vida del enamorado gira en torno a cuándo se producirá el próximo encuentro con la persona que recibe nuestra admiración y deseo. Todo nos sabe a poco cuando se trata de hacer algo por la persona amada, sin importar el esfuerzo o sacrificio que suponga. Las personas más sensibles al enamoramiento, padecen taquicardias, nerviosismo y sudoración. En definitiva, potenciamos las emociones, reímos y lloramos con más intensidad y frecuencia. En esta fase, disculpamos defectos e imperfecciones del otro, tomándolas, incluso, como un toque original en el otro. Pero con el paso del tiempo, estas originalidades y peculiaridades se convierten en un peso difícil de llevar. Por ello, es conveniente reflexionar un poco y comprobar si las expectativas depositadas en la otra persona se pueden cumplir.

Durante el periodo que transcurre entre el flechazo y el amor, es esencial abrir bien los ojos. La idea de un amor ciego puede resultar fascinante, pero conlleva sus peligros y puede provocar un final amargo que erosione la ilusión de un nuevo amor futuro. No se puede amar lo que no se conoce, por lo tanto hemos de intentar profundizar en el interior de la otra persona. Por todos estos motivos, es aconsejable estar alerta y observar si nuestra pareja tiene las características que buscamos y priorizamos en nuestro hipotético compañero ideal.

Puede que haya personas que piensen que esto del amor es cosa de jóvenes, pero están equivocadas pues el amor no tiene edad. En cualquier momento, independientemente de lo mayor que uno sea y de su situación emocional, enamorarse entra dentro de lo posible. Llegados a este punto, ¿es el enamoramiento un situación duradera o más bien pasajera? La persona más romántica defenderá la situación como ideal, deseable y perenne, pues nada hay en el mundo más placentero como la felicidad que genera la pasión amorosa. En cambio, el escéptico, dirá que es una situación pasajera, transitoria y raramente duradera.