El Gobierno del PSOE cumple hoy 100 días. En ellos, José Luis Rodríguez Zapatero ha concretado su triple compromiso electoral para la regeneración democrática --transparencia de las instituciones, participación ciudadana y defensa de los derechos civiles-- con iniciativas como el plan de vivienda, la ley contra la violencia doméstica, la aceptación del matrimonio gay, la reactivación del Parlamento, la formación de un Gobierno paritario y las alternativas al trasvase del Ebro y a la LOCE. El PP caricaturiza la transformación producida en la Moncloa asegurando que se limita a un etéreo cambio de talante. Este cambio de estilo se ha producido, y no es banal. Ha ayudado a desactivar las hostilidades e incomprensiones enquistadas durante la crispada segunda legislatura de Aznar.

Estos 100 días empezaron con el repliegue de Irak, que inauguró un giro en la política exterior que vuelve a situar a España en su posición natural en el núcleo de la UE. Acaban con la reapertura del diálogo con el nacionalismo vasco, un gesto que demuestra la ambición con que se aborda la reforma del Estado autonómico, un proceso abierto, azaroso y contradictorio. Algo propio de la vida democrática, más que la intransigencia obstinada que dejamos atrás.