Siguiendo el método Fugairiño, mejorando, voy a pasar una temporada para intentar se feliz. Yo ni siquiera seguiré los documentales de la BBC en los que la lucha por la vida adquiere caracteres repugnantes por su crueldad, sin disimulos. Fugairiño sabe mucho y los debe considerar una buena muestra de práctica jurídica. Pues ni eso. Voy a pasar de la otra lucha, la de los telediarios y la de los programas de "sexólogos" (con perdón) o de aspirantes a serlo que son casi todos los demás. ¡Espacios del corazón! ¿De qué corazón? Yo creo que no saben anatomía, y los presentadores y buitres incluídos, debieran consultar un atlas anatómico para saber bien de qué hablan. Pese a no mirar, a no ver, a no leer (¡bonito Fugairiño!) se me diluye en el mal recuerdo un tal Aznar, pagando a una Universidad norteamericana o contratando público para recibir en un solemne Congreso del Imperio, una medalla merecida por los méritos contraídos con la patria y ahí se queda la historia porque no quiero ver, ni escuchar, ni leer más. Ya se informarán los lectores, no buenos discípulos de Fugairiño como yo. Pienso, aún sin querer que esa medalla del Congreso de EEUU será de oro, o al menos con un bañito aparente del precioso metal. ¿A cuánto va la onza de oro? Hagan ustedes un cálculo o confíen en la exministra de Exteriores que con mente clara y palabra fácil, está dispuesta a recibir consultas y a defender con uñas y dientes al héroe saliente, señor Aznar. Sin querer enterarme, me llega la noticia de la muerte inesperada de Carmen Ordóñez. Una bella mujer que no pudo ser feliz ¿Conectaré el televisor? Fugairiño me salve.