A veces uno tiene que palparse las ropas para comprobar que el mundo real sigue existiendo más allá de la virtualidad mediática que nos rodea. Ese ejercicio de tentarse es un acto de afirmación del propio cuerpo, como elemento material que define nuestra identidad frente al mundo. Hagan la prueba y verán que hay toda una supuesta realidad que se desvanece, edificada en función de falsos mensajes que tratan de hacernos creer en un entorno virtual construido a golpe de telerrealidades, ciberespacios y globos mediáticos.

¿A qué viene todo esto? Verán hemos asistido durante varios días a un sinfín de declaraciones acerca de la temeridad de nuestros jóvenes cuando llega el fin de semana y se lanzan a una fiesta en la que hay dos peligrosos ingredientes: el alcohol y el coche, tan peligrosos que llegan a ser letales. Políticos y técnicos se ha arrojado a una carrera de manifestaciones públicas, unas sensatas, otras disparatadas y otras cara a la galería. En cualquier caso un debate que siempre sirve para agitar conciencias y hábitos. Pues bien, en plena discusión mediática, uno va y se entera que el autobús nocturno, conocido por "el de la marcha", de los viernes entre Castellón y Benic ssim, tanto monta, este año no funciona. Entonces es cuando hay que palparse la ropa e incluso pellizcarse, dicen que el dolor es un síntoma de que estamos vivos, y en este caso es casi necesario para no caer en un estado de catarsis ante una dosis de cinismo tan sublime.

No es fácil sobreponerse a tanto descaro. Nuestros políticos enzarzados en discusiones sobre la "Nacional", que si desdoblamiento, que si liberación de la AP-7, si no lo pago yo, que si más controles de alcoholemia..., no sigo porque entraré en el apartado de disparates, y la única medida realmente efectiva y preventiva existente para hacer que los fines de semana se coja menos el coche, queda reducida a la mitad, es decir, se suprime un día de servicio. Cómo no pensar entonces aviesamente y llegar a la conclusión de que al ser ésta una medida no recaudatoria, léase multas, o que suponga una gran obra pública, léase... no estimula mucho el interés de algunos gobernantes, así que en vez de aumentar la frecuencia de los autobuses y me atrevo a decir que ponerlos gratuitos, si de lo que se trata es de que cuando se va de copas no se coja el coche, van y los reducen.

Triste destino nos espera, si la vida pública se sostiene el en cinismo. Ya pueden dejar de agarrarse los pantalones.