El conseller de Sanidad, Vicente Rambla nos tenía preocupados. Después de su intervención quirúrgica en sus cuerdas vocales, cruzaba la calle Jorge Comín desde su casa en Los Príncipes y venía a la plaza Mayor de Arenal, donde están sus amigos los Cervera con Memé Melero y otros y contestaba a nuestras preguntas por escrito, desde un pequeño cuadernito que llevaba en el bolsillo. Esta mañana ya he tenido ocasión de oír su voz y me ha dicho que quiere darse una vuelta por la provincia como otros muchos seres humanos de la cornisa litoral que viven en permanente atención a la playa, pero que al llegar estos días centrales del mes de agosto no pueden evitar la llamada de sus raíces y tienen deseos de volver a encontrarse con casas, paisajes, ambientes y personas, ritos, olores y sabores que se disfrutan en los pueblos de la provincia.

Y al poner los ojos en la provincia aprovecho para hacer un poco de guía turístico, recordando que nuestras comarcas constituyen ese espacio que aparece en los mapas de forma rectangular, recostado por uno de los lados mayores en el mar y partido en dos mitades por la línea del paralelo 40° de latitud norte. Y donde ese paralelo se cruza con el meridiano 0 de Greenwich se halla Castellón, la capital. Y en ese espacio de 6.678 kilómetros cuadrados hay un laberinto hermoso de montañas vivas que hacen de esta provincia la segunda en altitud media de toda la Península Ibérica, después de la de Cantabria. Y es fácil adivinar ante ese hecho de geografía física la atractiva variedad de contrastes naturales. Y, sobre todo, está la historia que nos habla de una vieja población humana de la que han quedado como testimonio restos y vestigios de gran valor para nosotros, aunque lo que ha merecido más amplia divulgación universal son a la vez nuestras pinturas rupestres.

Quizás mañana hable de mi pueblo en fiestas, de Culla, donde fui dos veces mantenedor. Y lo haré como representación de todos los pueblos del interior gozando los reencuentros de estos días. Desde aquí veo los pueblos blancos encalados, con macetas y flores en los balcones, como una ventana de nuevas esperanzas donde brillan los valores humanos de los castellonenses como protagonistas de un carácter común, con gentes poco dadas a la exteriorización ruidosa, pero de hondos convencimientos.

Y dejando aparte la misma existencia de dos lenguas, hay matizaciones y carácteres diferenciadores en cada una de sus comarcas, tal vez en cada uno de sus pueblos, pero desde Vinar²s hasta Almenara, desde la altitud del gigante Penyagolosa con sus 1.813 metros hasta la suave arena de esta playa de la Almadraba, también en la ruta del Mijares y entre el Maestrazgo y el Alcalatén, de norte a sur y de este a oeste aquí no hay solamente una provincia en lo político y lo administrativo, sino que hay las variables y sonidos de un mismo acorde musical, una misma canción.