El sociólogo Amando de Miguel detecta, en La Razón, un nuevo colectivo de excesiva influencia: "Los artistas de las artes escénicas". ¿Por qué? "Son ya un auténtico grupo de presión política. Su efectividad resulta extraordinaria para obtener recursos públicos. La facción decisiva de esa tribu es la de los homosexuales. Ideológicamente se dicen todos progresistas. En la práctica quiere decir que están contra la economía de mercado, los Estados Unidos, los judíos y la Iglesia católica. Ésa era la combinación ideológica que distinguía a los nazis". Motivan tanta inquietud las declaraciones de una artista insignificante de televisión --de nombre de guerra Deborah Ombres --que hace unos días declaraba en El Mundo sobre la cuestión religiosa: "No me siento nada espiritual. Para nada".

Jon Juaristi, intelectual vasco de largo recorrido ideológico, muestra en Abc su inquietud porque el proyecto de Constitución europea oculta las raíces cristianas. Con citas más solventes que las de don Amando, avisa: "El Holocausto sólo fue imaginable y posible tras una sistemática erradicación del cristianismo en el corazón de la Europa más culta y refinada". Y se da cuenta de qué es lo que se trama: "Enterrar la memoria del genocidio nazi y apaciguar al terrorismo islámico. Los nazis preparaban el exterminio de los judíos para librarse del cristianismo. La tolerante Europa del siglo XXI borra el cristianismo de su disco duro para olvidarse definitivamente del Holocausto y poder sacrificar sin remordimientos a Israel en la gran partida geoestratégica del petróleo y las bombas humanas".