Son gente muy formal, pero gustan en verano de darse un garbeo por terrazas y restaurantes, siempre en busca del buen ambiente. Me refiero al médico de cabecera José María Breva Sanchis y al eficiente odontólogo Santiago Mestre, siempre acompañado por Delfina. Lo que me hace traerlos a esta página es su opinión compartida y su coincidencia en afirmar que añoran el contacto cálido, familiar y tranquilizador del médico de otro tiempo, el consuelo y la preocupación por el paciente, las plácidas y largas conversaciones.

Pero mientras cuento mis días vividos y mis noches soñadas, también en el ambiente veraniego de terrazas y restaurantes me ha llamado la atención cómo ha proliferado este verano la oferta de zumos o batidos de pulpa de frutas tropicales y exóticas, con el reclamo de ser productos saludables y nutritivos.

Nuestra sandía o melón, nuestra uva ya o la eterna naranja, se han visto acompañadas de maracuyá, con su efecto calmante y relajante; la guayaba que previene resfriados y hemorragias; el mango y la papaya, reguladores de la función intestinal, sin olvidar las clásicas fresa y piña ni tampoco el arrollador kiwi, originario de China y Nueva Zelanda, rico en vitamina C y muy adecuado para intestinos perezosos, pero mi vecino de hamaca, Agustín me insiste en que lo mejor para estos días y para siempre son las ensaladas y los gazpachos con sus ingredientes básicos, lechugas, endivias, tomates o pepinos.

También estoy disfrutando las tertulias con Alfredo Viciano, ex de la refinería y del CD Castellón, alérgico al agua del mar, y el periodista Julián García Candau, que gusta de recordar a su madre, en Vila-real, cuando cantaba zarzuela en el grupo de Els XIII. Y como Alfredo se sabe también gran número de dúos y romanzas de sus tiempos de bachiller en Ribalta, entre los dos me alegran y emocionan mientras tomo café en La Bodega de Princicasim, junto a la capilla de las Oblatas.

Siempre acabamos los tres comprando los mejores melocotones del mundo, los de Cabanes, que nos ofrecen Paco Siurana y Montse desde su clásico supermercado y hablando de la salud, desde la filosofía de la dieta mediterránea, cuyos diez mandamientos ha hecho públicos estos días el chef Íñigo Pérez y que consisten en aliñar solamente con aceite de oliva, endulzar la vida con miel y chocolate, aprovechar todas las partes del jamón ibérico, no consentir menús sin frutas ni verduras, amar apasionadamente a los cereales, disfrutar con todas las variedades de los lácteos, especialmente quesos y yogures, santificar las mil maneras de cocinar la patata, gozar aunque sea uno o dos días a la semana de los productos del mar, probar de tarde en tarde la carne roja y, finalmente, alegrar la mesa con un vasito de buen vino.

Al final, hambrientos y agotados, tuve que acompañar a Alfredo a Torremar para que sacara a pasear el perrito del Tibet de sus cuñadas y a Julián a Los Príncipes para que escribiera su crónica del día para La Razón. Yo me fui en busca del mar, mi mar.