El carguero Ohllgan Star no zarpó de Freetown hacia Canarias la semana pasada con 500 aspirantes a convertirse en sin papeles porque lo impidieron las policías de Sierra Leona y de España. El pasaje les costaba entre 1.500 y 2.000 euros, lo que denota el poder de las mafias de nuevos esclavos que operan en el continente africano, así como su falta de escrúpulos, porque iban a hundir el barco en aguas canarias. Haber impedido una nueva tragedia atlántica es un mérito doble de la policía española, que ejerce de guardián de la UE en la frontera con Marruecos ante una oleada incesante de pateras y persigue, en un origen cada vez más alejado, los intentos de los traficantes de enviar emigrantes a Europa. El apoyo de la UE será necesario para combatir a estas mafias y compensar a los gobiernos africanos que ayuden a neutralizarlas.

Pero eso no basta. Hay que abrir canales para que vengan a trabajar los emigrantes que necesitamos. Ello exige poner algo de orden en casa y legalizar al inmigrante que acredite que trabaja o denuncie a quien lo emplee clandestinamente. Los grandes guetos de pobreza de ilegales sin derechos ni deberes y una elevada economía sumergida son amenazas de desestabilización para toda sociedad avanzada.