Se ha de reconocer que Estados Unidos es un país organizado. Nada se deja a la improvisación y todo está previsto y calculado. Se ve claramente estos días de la convención republicana que se celebra en el Madison Square Garden neoyorquino, en el que el presidente George Bush ha de ser coronado candidato a la reelección.

Si a los 37.000 policías movilizados se les ha explicado en qué momento han de cargar contra los manifestantes y han de hacer uso de los medios contundentes de disuasión, los cientos de miles de ciudadanos que se sienten llamados para la protesta han sido instruidos también para evitar que la contestación puede tener consecuencias dolorosas.

Numerosos grupos de diferente signo, desde pacifistas contrarios a la guerra hasta defensores de los derechos humanos, han celebrado cursillos y han editado guías de supervivencia para manifestantes inexpertos. Se trata de sabios consejos, que son el resultado de experiencias vividas en todas partes del mundo, que ha aportado la ONG Manifestantes sin Fronteras. Por ejemplo, si a un guardia se le escapa un guantazo, es mejor no volverse, sino que es preferible tratar de escapar. Y si por uno de aquellos azares el que protesta es detenido, causa mucho efecto encararse a los guardias y decirles: "Sólo hablaré en presencia de un abogado". Y, como son inevitables los golpes de porra, será útil que las masas sepan en qué parte del cuerpo el impacto puede tener peores consecuencias. De ahí la conveniencia de manifestarse con casco de motorista. En el culo da igual.

Dicen que muchos neoyorquinos se han ido estos días de la gran urbe. Ellos se lo pierden. El testimonio de miles de personas de que habrá vida después de Bush vale la pena observarlo.