Este otoño, y en ambos lados del Atlántico, los procesos políticos han aparecido estrechamente vinculados al debate sobre los valores morales. Las elecciones de EEUU han sido presentadas como una "guerra entre valores", y la mayoría de los americanos que han votado a Bush dicen haberlo hecho porque reflejaba sus referencias morales fundamentales. Pero mientras los neoconservadores (neocons) de Bush vencían al candidato demócrata, la prensa europea presentaba el rechazo de la Comisión Barroso por el Parlamento europeo como una derrota de la tendencias conservadoras de raíz religiosa (teocons) frente al secularismo.

Así, una vez inaugurado el segundo mandato de Bush e investida por fin la Comisión Barroso, las relaciones transatlánticas se inscriben en un marco de intereses geoestratégicos tanto como de referencias morales diferentes.

Para casi el 60% de los norteamericanos la religión juega un papel muy importante en su vida. Este porcentaje no alcanza el 30% en Europa occidental. La Constitución americana no hace ninguna referencia al cristianismo, ni a ninguna otra religión, pero la religiosidad impregna toda la vida política en EEUU. Las sesiones del Congreso se abren con una plegaria, el presidente jura sobre la Biblia y todos los discursos se acaban con un "Dios os bendiga y bendiga a América".

Todo ello sería difícilmente imaginable en Europa, a pesar de la intensidad del debate sobre la referencia a las raíces cristianas de Europa en la Constitución que pronto vamos a votar en referendo. Pero nadie debería creer que el rechazo del Parlamento europeo a la primera propuesta de Comisión fuera debido a la fe religiosa de ninguno de sus miembros. Delors y Prodi eran reconocidos católicos y a nadie le importo. Y si un musulmán hubiese mantenido las mismas tesis sobre la homosexualidad, o el papel de la mujer en la familia y en el trabajo, que se escucharon en las audiencias de los comisarios, hubiese generado el mismo rechazo.

Creo que lo ocurrido en el Parlamento europeo contribuye a reforzar los valores sobre los que se basa la UE. Y también la dimensión política del proyecto europeo. La Europa de los pueblos ha ganado frente a la del nacionalismo de los gobiernos. Los grupos políticos han ganado en cohesión interna y autonomía externa. Nunca se había visto, por ejemplo, a los 200 diputados socialistas votar unánimemente, y algunos en contra de las indicaciones de sus gobiernos.

El Parlamento europeo ha efectuado así su declaración de independencia, el equilibrio de poder entre las instituciones se ha modificado y los europeos entenderán mejor para qué sirven y cómo funcionan.

Y buena falta hace, porque la victoria de Bush en EEUU, el deterioro de la situación en Oriente Próximo y los problemas de estabilidad democrática en los nuevos vecinos del Este, empezando por Ucrania, plantean con urgencia el papel de Europa en el mundo y el futuro de la relación transatlántica.

No sabemos lo que hubiera ocurrido si Kerry fuera hoy presidente de EEUU. Es lo que parecían desear la mayoría de los europeos. Pero quizá se hacían demasiadas ilusiones. En realidad, la política exterior de Bush en su primer mandato se debe más al traumatismo creado por los atentados del 11-S que a la influencia intelectual de los neocons. Ciertamente, las certidumbres religiosas de Bush, y su visión maniquea de un mundo donde se enfrentan el bien y el mal, le predisponían a adoptar sus teorías. Pero sin Bin Laden todo hubiera sido diferente.

Ahora, con Bush reelegido y la debilidad del dólar añadiendo nuevas dificultades al crecimiento en la eurozona, los europeos se replantean su relación transatlántica. Pero en mi opinión hay pocas esperanzas de que la Administración americana se reconvierta al multilateralismo que reclamamos ni que comparta con la UE las decisiones en las que cree basada su seguridad. Otra cosa es que sea capaz de extraer las lecciones del fracaso de su intervención en Irak.

En realidad, nuestra visión del mundo no puede ser la misma. La basamos en dos hechos fundacionales diferentes, expresados en dos fechas simbólicas. Para EEUU, la declaración de guerra que representaron los atentados del 11 de septiembre del 2001. Para Europa, el fin de la guerra fría y la reconciliación que produjo el hundimiento del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989.

Por eso los neocons americanos creen que Europa representa los valores de Venus, conciliación, armonía, amor universal. Y EEUU, el valor viril y el rechazo del compromiso que simboliza Marte. Los teocons europeos no están demasiado lejos de esta visión un tanto machista del mundo. A esta simbología mitológica se suele añadir la comparación entre Roma y Grecia. De un pobre pueblo de agricultores, Roma pasó en pocos siglos a un imperio universal. Grecia no supo superar su fragmentación y sus guerras intestinas la debilitaron más que su genio intelectual la fortalecía. Subyugada y dividida fue la reserva espiritual del imperio. La envejecida y caduca Europa sería ahora la Atenas de Washington.

La realidad es bien diferente. Aunque EEUU siga siendo el vehículo de la modernidad en muchos aspectos, especialmente los tecnológicos, es un sistema político en recesión y el sueño americano (the american dream) está llegando, sociológicamente, a su fin, como reconoce el propio Jeremy Rifkin. Es un Estado tan poderoso y tan persuadido de tener razón que erige la mentira en método de gobierno y parece no tener otra respuesta que la guerra.

En cambio, Europa parece haber aprendido de sus errores y de las lecciones de la historia. A pesar de todas sus limitaciones, la construcción europea es la única innovación política positiva que el mundo ha vivido en el ultimo medio siglo. Por ello, más que de Venus y de Marte, habría que hablar de la dualidad entre Ulises y Aquiles que nos ha recordado la actualidad cinematográfica. En el fondo, la fogosidad bélica de Aquiles y la prudencia astuta de Ulises eran complementarias. No fueron adversarios, más bien aliados. Como deberían serlo los europeos y los norteamericanos ante un mundo que les genera un creciente sentimiento de inseguridad que, ni los unos ni los otros, superarán solos.