Más de 40 millones de personas hablan el castellano en Estados Unidos. Los medios de comunicación, los partidos políticos, los departamentos de la Administración estadounidense y el sistema educativo reconocen ya el peso demográfico hispano. Quizá el español que este colectivo sigue defendiendo como su idioma propio acabe siendo absorbido por el inglés, como sucedió con el alemán o el italiano de tantos millones de inmigrantes. O quizá arraigue hasta conformar una sociedad oficialmente bilingüe.

Si el castellano se consolidase en Estados Unidos sería un factor de peso en el futuro para esta lengua, que sería un gran idioma de intercambio internacional, con presencia en las nuevas tecnologías, y abriría puertas a la presencia económica de España en la primera potencia mundial. Por eso llama la atención el escaso protagonismo del Gobierno español en la promoción de su enseñanza y en la difusión de la cultura española. La convocatoria, gestionada por el Ministerio de Educación, de 450 plazas de profesores para dar clases de castellano en escuelas estadounidenses es una muestra del interés creciente por esta lengua, y también de la modestia de la aportación de nuestro país.