No hay que esperar muchos avances en la cumbre mundial de Buenos Aires sobre el cambio climático, pero el punto de partida es halagüeño, porque ya se puede aplicar el acuerdo alcanzado en Kioto en 1997. El 55% de los países que emiten más de la mitad de los gases de efecto invernadero han aceptado reducir su producción antes del 2012. Es un avance, enturbiado por el hecho de que EEUU emite el 31% del dióxido de carbono que llega a la atmósfera y porque no firmará el protocolo de Kioto mientras mande Bush.

España va a la cumbre con una decidida voluntad de apoyo a las medidas que se propongan para más allá del 2012. Pero lo deberá hacer con el pesado lastre de ser el país de la Unión Europea que menos ha cumplido con la obligación de recortar las emisiones. Durante los últimos años, y con la pasividad del Gobierno del PP, las emanaciones de las empresas españolas han aumentado considerablemente, un 40% desde 1990, cuando el límite tolerado por la normativa de Kioto era del 15%. La ministra Cristina Narbona deberá esforzarse para demostrar que las medidas puestas en marcha por el nuevo Gobierno servirán para recuperar el tiempo perdido.