Si triunfando sobre una dictadura corrupta no se impone una democracia limpia, todo ha fracasado menos los discursos. Si al cabo de tantos años, el líder todavía tiene que llevar un vestuario militar...

En Cuba existen disidentes, muchos de ellos han pasado por la prisión o están todavía en ella. Hay algunos que forman el llamado grupo de los 75 y ahora el Gobierno de Castro quiere liberar algunos, para que callen las voces internacionales que protestan. Con un criterio que puede parecer compasivo, pero que es terrible: dejar salir de la cárcel a los que tienen enfermedades tan graves que ya son insuperables. Que tienen una muerte anunciada.

Los han llevado de las diversas prisiones en donde han pasado años al hospital de la cárcel de La Habana, para hacerles un examen, dicen. Más crudamente, más exactamente: para ver cuáles son los que ya no se pueden salvar. No quieren que se mueran en la cárcel, no sería bien visto. De los presos examinados, algunos han sido encerrados de nuevo, no estaban lo bastante maduros, no estaban lo bastante cerca de la muerte.

Como muchos de los que sufren una enfermedad irreversible tienen alrededor de 25 años, sería muy interesante saber de qué enfermedades se trata y cuándo y dónde las han cogido. ¿En la cárcel? ¿Ya estaban enfermos cuando fueron detenidos? ¿Qué tratamiento han recibido?

Algunos pensadores han dicho que "la muerte iguala a todo el mundo". No es cierto: la muerte no es sólo el momento del fracaso físico definitivo, es también cómo se vive la muerte, y cómo se ha vivido hasta entonces la vida. En qué ambiente familiar, social. Rodeados de qué compañía o de qué soledad. Queridos o maltratados.

Hace muchos años, el conde de Keyserling contó que, en Bolivia, en las esquelas ponía, para anunciar una muerte, que aquel hombre o aquella mujer había "pasado a la indiferencia". Los presos que tienen que morir pronto, y los que van a morir después, y los que ya han muerto, lo ha hecho con la indiferencia del dictador.